Es historietista, ilustrador y animador. En 2004 dibujó Sarna, (“Memoire D’une Vermine”) con guion de Carlos Trillo que se publicó en Francia y en Argentina. Colaboró en el libro Arte y técnica de la animación, realizado por su padre, Rodolfo Sáenz Valiente. Formó parte, junto a Pedro Mairal, de la serie Impreso en Argentina que se emitió por Canal Encuentro, en la que los libros tomaban formato de historieta.
También ilustró “El Hipnotizador” con guión de Pablo De Santis y participa en la revista Orsai.
Ilustración sin título de la muestra “Más allá de la Ricchieri”
Juan Sáenz Valiente abre la puerta de su enorme casa palermitana y me recibe Patricio Hadouken, el perro negro que lo acompaña a todos lados y que por pocos segundos cumple la función de guardián mientras mueve la cola. Las escaleras de madera del petit hotel remodelado guardan la memoria de otras épocas, es que en 1983 su padre compró el edificio arruinado y montó una productora de animación. Ahora conviven dos tiempos y desde la vitrina, los muñecos guardados sonríen estáticos.
Era chico Juan cuando se metía en esos cuartos llenos de tableros y dibujantes que trabajaban con stop motion, grúas y escenografías. Todavía se puede ver una antigua máquina construida a mano con la que filmaban animaciones. Rodolfo, como un mago que revela sus secretos, le contaba los trucos que él veía en la tele. Mientras tanto, él observaba, aprendía y dibujaba.
El ilustrador recuerda a su padre y cuenta orgulloso que él fue responsable de varias publicidades durante los 80’ y 90’, entre ellas, la animación del diablo de Orbis y el conejito de Nesquik pero cuando el 3D se puso de moda, la magia se hizo digital y lo dejó sin laburo, así que continuó su carrera como profesor titular en la carrera de Diseño de Imagen y Sonido en la Universidad de Buenos Aires y se dedicó a sus proyectos más experimentales.
Para entonces, Juan era un hijo de padres separados, con dos casas y bastante libertad, fascinado por el mundo de la animación.
-Era animación para publicidad pero más experimental, era un lugar como canchero, onda Michel Gondry, de los 80’ ese que hizo todos esos videoclips raros o la película “Eterno Resplandor de una mente sin recuerdos”. O videos como el de los Chemical Brothers que hay uno que es una vista de un tren, bueno, esa onda, mucho hippie.
Me acuerdo venir de pendejo, había tipos con pelo largo, campera de cuero, mucha joda. Estaba Pucho Mentasti, el que hizo el video de Matador, con él hicieron Boro Boro, que era una serie con Pipo Cipolatti y Carolina Peleritti, que duró muy poco. Esa gente venía a la casa medio en ruinas. Mi viejo le prestaba la parte de abajo a un tipo que hacía muñecos, el que diseñó los Muvis, Leandro Panetta, que fue después fue el director artístico del Parque de la Costa, el que inventó a Cara de Barro y esos personajes. Todo el tiempo estaban modelando, había muñecos, gente dibujando, escenografías…
-Imposible no contagiarte ganas de hacer esas cosas.
-Era un mundo de juguete y efímero, porque hacían las cosas y se iban. Mi viejo tenía la biblioteca llena de libros, muchos de imágenes. Recién cuando se murió y tuve que vaciar la casa encontré cajas con cosas de la época en que se había separado con mi vieja, en el 83’ y nunca se habían abierto. Encontré libros de ocultismo, de tarot, él me había dicho que sabía un poco de tarot, me dijo un día te voy a contar y no me contó nada. De repente me encontré con toda una vida de lectura más la que yo me debía a mí, pero no voy a leer todo lo que leyó él.
-Claro, tenés que diferenciarte.
-Por eso dibujo historietas, mi viejo había experimentado con todo, animación, cine, ilustración, dibujo, fotografía. Acá -señala la cocina- tenía un cuarto oscuro para revelar las fotos. La historieta era el único rinconcito virgen del apellido en el que me podía sentir seguro. Entonces dije, listo, perfecto.
Él tenía libros que estaban ahí por el criterio de la imagen, eran de consulta. Tenías un Tintín, un Lucky Luke, y al lado capaz una revista pornográfica de mulatas, mi viejo decía mirá que interesante la cruza entre un negro y un blanco, no era una cosa babosa o morbosa, era analizar cómo eran los rasgos. Había libros de Manara, libros infantiles, de ilustración, de pintura, de Miguel Ángel, yo tenía el universo ahí sin censura. Había muchos libros de Moebius, el dibujante francés. Yo empecé leyendo esos porque eran mudos, yo tenía 4 o 5 y miraba esas historietas que eran de vanguardia, rarísimas, de los 70’.
-Hablemos de tu mamá.
-Mi vieja es arquitecta pero se cansó y ahora se dedica a la literatura y a la música contemporánea, hace video-arte. Su nombre es Beatriz Sedler, está viviendo en Uruguay, sola en el campo y se inspira. Yo no la entendía hasta que la vi encargarse de la refacción de esta casa, vi lo que era una mujer dirigiendo. En un momento eran 35, 40 hombres entre albañiles, plomeros, herreros, mi vieja era una fiera, una leona, resolviendo todo.
Escribe cosas muy raras, como palabras sueltas y publicó un par de libros. Está en un mundo editorial pequeño, no escribe a lo Bucay. Ella me complementó, mi viejo fue impecable en el sentido de la técnica, mi vieja me enseñó la disciplina y la parte sensible, el lado femenino que todos tenemos.
-¿Llorás con las películas de animación?
-Lloré mucho con Jurasic Park, yo no lloraba con las películas. Mi padrino me contó que, a los 60 años, dijo “basta de hacerme el duro, estoy conteniendo la emoción, me voy a permitir llorar como un niño cuando vea una película que me emocione”. Yo dije que bueno, no quiero llegar a esa edad para que me pase eso, tendría 17, 18 años. Entonces vi Cinema Paradiso, cuando aparece esa escena de los besos, ya venía cargando la emoción, ya estaba sintiendo el nudo en la garganta y aparece mi vieja que me dice: Hola Juan, ¿querés algo de merendar?
Rebobiné y ya no pude llorar, pasó el tiempo. Y de repente aparecieron las películas en 3D, la primera importante fue Terminator 2. Mi viejo siempre me había entrenado para analizar las películas con efectos especiales y me explicaba como hacían la escena. Yo estaba entrenado para ver cómo podía resolver cada situación, con vidrio pintado, con chroma key, siempre había un montón de recursos.
Por esa época yo quería hacer una historieta de terror y quería ver cómo habían resuelto eso de estar encerrados en una isla con bichos que los persiguen. Pasa media hora y no aparece nada, te van preparando, hay tensión y están en el jeep con la nenita que agarra una hoja enorme, y el tipo mira por la ventana y se asombra. Vos no ves como espectador que está mirando. Ella se levanta por el techo del auto y él le agarra la cabeza, la gira y y de repente muestran y hay unos dinosaurios enormes… está toda la carne al asador. Hay dinosaurios tomando agua, pterodáctilos volando, y todo ese mundo en 3D al servicio de la fascinación. Steven Spielberg dijo quiero dinosaurios vivos, era un capricho, una inocencia feliz, se nota la alegría y la impronta del niño. Se me abrió todo un mundo de posibilidades, y me inundó la felicidad Spielberg y lloré.Ilustración sin título de la muestra “Más allá de la Ricchieri”
Ilustraciones, técnicas y Angoulême
-¿Estás usando sólo la wacom para dibujar? ¿Dejaste atrás lo analógico?
-Es lo mismo que hoy con el Word, estás acostumbrado a hacer copy-paste, un montón de enroques y frases, y darle un franeleo al texto, que hoy en día a mano no sé si lo haces. Es lo mismo, yo para dibujar, antes lo que hacía era dibujar, lo escaneaba y lo retocaba a mano. Lo deformaba acá y allá y me pasó que me empecé a enviciar, terminaba haciendo un dibujo con una lista larga de lo que tenía que hacerle, todas las correcciones. Entonces ahora cuando dibujo voy modificando lo que hago en el momento, le cambio el fondo, agrando, achico, deformo. Eso que me queda terminado es el planteo, puedo darle un acabado digital o imprimirlo y llevar al papel, hoy en día lo orgánico todavía no fue igualado en la compu, las pinceladas del óleo en el papel todavía no se igualan en el terreno digital.
Lo hago según la historia o lo que exija el dibujo.
-Le das más importancia al tema de contar una historia, antes que a los dibujos.
-Claro, hay historias que pueden ser contadas como historieta, otras que son para otro formato.
-¿En qué proyectos estás trabajando ahora?
Ahora estoy con una historieta que es de un detective pero no es un policial. Estuve entrevistando un detective en serio, es el papá de un amigo de un amigo que me está contando un montón de historias interesantes. Se trata de un detective que sigue a una bailarina que va a bailar al Delta, la empieza a investigar y se engancha con ese mundo diferente. No hay romance, no quería caer en la típica de un hombre y una mujer que se conocen y terminan garchando. Prefiero que quede así, estoy apuntando a que no quede así o como una cosa reprimida. Si veo que está reprimido los hago garchar y listo.
Me surgió la idea a partir de pensar cómo sería una historieta de detective hoy. Busqué por todos lados hasta que un amigo me dijo, el papá de un amigo es detective, enseguida se copó. Hice como Tintín, trabajo de investigación.
Página 36 de la historieta del detective, “La sudestada”
Lo divertido es que le presenté a mi editora y le dije, hoy los detectives no son como en los libros clásicos, esos policiales como los clásicos, como Philip Marlowe. Y me dijo, mi marido es detective. Así que le gustó el proyecto y compró enseguida. Ella es una editora franco-belga pero me dejó libre los derechos para que lo publique acá.
-¿Cómo llegaste a ella?
-En Angoulême, fui a un festival en un pueblito de Francia, que es el festival más grande de historietas, y es raro, es como decirte que está de acá a Balcarce, a tres horas de Paris en tren, en un pueblito de mierda, en una montaña, perdido, muy lindo. Lo hacen el 28 de enero y se llena, van de todos lados del mundo.
Le pregunté al presidente del festival porque lo hacen en una época en la que hace tanto frío, y me dijo que la gente no tiene nada que hacer y va. Es raro, acá la gente no sale pero allá se llena.
En 2003 yo quería ir a Europa de viaje, a conocer y quería llevar cosas para mostrar a las editoriales. Me acuerdo que lo llamé a Eduardo Orenstein, el dueño del Rayo Rojo para desearle feliz navidad, y le conté que iba a ir y me dijo que si iba en febrero me iba a perder Angoulême que es importante para los contactos y el desarrollo profesional, así que cambié el pasaje.
El festival no está en un galpón, porque no tienen lugar, sino que está disperso por todo el pueblo. Fui con el contacto de una editora que él conocía y llevé mi carpeta con los proyectos. Allá y no entendía nada, apenas hablaba francés. Me meto en una carpa blanca que decía Ciruelo, y estaba un argentino, cara de indio precolombino, con un pelado, era Jorge González que después me vio perdido y me ofreció que lo acompañara a mostrar el trabajo a otros editores.
Cada carpa es como la feria del Libro, hay stands pero a diferencia hay un costado con una cola para autores. Entramos en una especie de barcito, en donde los editores miraban con detenimiento el trabajo y te hacían una devolución. “Esto está mal dibujado o tiene error de perspectiva, te agradecemos por tu trabajo pero no, gracias”. Está buenísimo que hagan eso, y a Jorge también, lo rebotaron, yo quedé hecho pelota pero él ya estaba preparado para eso. Él tenía todo el cronograma armado, así que nos ayudamos, yo sabía un poco de francés y yo lo introducía pero él me salvó porque no cazaba una de donde carajo estaba. Finalmente fui con la editora que le gustó lo mío, y fue con la que hice mi primer libro con Trillo que se llamó Sarna. Se terminó editando acá antes que allá, porque apareció una editorial de la nada y lo publicó.
El festival de Angouleme reúne todos los años cerca de 200 mil personas, y desde 1974 reúne a los autores, editores y público en general que disfruta del evento. Además se dan premios a las mejores historietas, en 14 categorías. Juan fue nominado al premio Decoincer La Bulle, por las ilustraciones de Sarna como mejor dibujante joven de historieta.
Página 1 de “Sarna” con guión de Trillo
Del vértigo de la tabla a la creación de las ideas
-¿Qué deportes practicás? ¿Hace mucho que los hacés?
-Uso una tabla que se llama streetboard, es articulada, cada pie se mueve en una plataforma individual, unidas a su vez al medio por una tabla y los pies van agarrados. Si te caes te la re ponés. Yo la uso en la rampa, podés saltar y hacer cualquier cosa y viene con vos. Empecé a los 15, después de golpearte varias veces mal, aprendés.
Es mi hobby, no me es rentable pero lo hago mucho y me divierte. Participé de eventos por mis propios medios, nunca me pagaron un viaje. Esta patineta es poco común, en el mundo no la hace casi nadie. En Argentina no se consiguen, si querés hacerlo tenés que pedirte una tabla de afuera. En el mundo somos muy pocos los que lo practicamos, en el último mundial que fue en Shangai eran 20 personas y son amigos todos.
Yo le hago el aguante a full, tengo a todos el Facebook, es un concepto de gran familia, es como una hermandad. Esto tiene un límite de edad, yo estoy en el ocaso, después de los 40 no sé si puedo rendir a full. Con el dibujo voy creciendo, pero hay mucha tensión, más sufrimiento, con ésto me divierto. Antes hice gimnasia artística y saltos ornamentales, hice judo una vez, pero me gustan las actividades en las que compito contra mí mismo.
Frontside Indy
-¿Tenes alguna teoría en la que crees?
Todo es retroalimentación, Boom boom Kid, dice “La vida es una rueda, tu recibes lo que des”. Siento que lo que uno hace tiene que hacer bien. Si haces algo bien, recibís bien, podés hacer algo grasa, agresivo, puede ser algo muy fuerte como las películas de Scorsese, no digo que todos tengan que hacer Mi Pequeño Pony, no hay que confundir con la cosa naif o ingenua. Pero hay gente que hace cosas trash, capricho intelectual que no te lleva a nada, una especie de diálogo con su ombligo que no te hace crecer.
Creo que primero hay que entretener, algo que distienda, que puedas disfrutar. Puede ser cualquier cosa, una vez que entretenés, después tenés que dejar algo. Una vez lo escuché a Jodorosky que dijo que todo lo que hacemos tiene que ayudar a elevar la conciencia. Él dice, mi finalidad en la vida es que nazcan mutantes, que la humanidad cambie, entonces me di cuenta que para eso debo hacer un arte que desarrolle el nivel de conciencia. Me encantó y dije, se lo voy a copiar.
Yo tuve la oportunidad de hablar con él y le dije que con mis historietas quiero ayudar a desarrollar el nivel de conciencia, me miró como extrañado y me dijo, primero hay que entretener al lector.
Eso me hace bien. Quiero primero garantizarme de mantener todo lo que tengo de responsabilidad técnica, con mi trabajo por ahora me mantengo a mí, pero si tuviera un hijo, o lo que sea, tengo que priorizar eso. Si logro eso tengo que pasar a hacerlo de tal manera que haga bien y para eso tengo que estar yo bien. Y después, hacer lo que se me cante el culo, porque si yo estoy bien se me van a cantar cosas que no están enfermas. Si están en ese orden escalonado, van a salir cosas buenas.
-¿Pero si estás triste no podés sacar eso?
-Sí, pero tengo que buscar que la catarsis cobre un sentido positivo. No hay que negar la tristeza, obviamente puede aparecer eso. Es como el Yin y el Yang. Tengo que buscar la forma de complementarlo, no de oponerlo. Cuando te encontrás gente a la que lo que hiciste, le hizo bien, ahí valió todo. No es lo mismo cuando vas a ver a Bon Jovi, la historieta es distinta porque no ves la reacción, pero cuando te comentan, es la parte más linda.
-¿Te inspirás con algo? (Suena a droga), me refiero a literatura, música.
-Si, con todo eso, pero no es que digo, a las 5.10 me inspiro y las 6 sale algo. Cuánto más mame, obviamente que la búsqueda depende de cada uno. Yo tengo un amigo dibujante que laburaba en una fábrica de resortes. Y un día agarré su cuaderno y había hecho dibujos todos con resortes, como las vueltas de la vida, se llama Héctor Zerda. No hay un condicionante, que hay que inspirarse en la literatura en los videos de Youtube, puede ser un videojuegos, un sacacorcho, no hay leyes de nada, lo importante es ser inquieto y laburar mucho, cuanto más laburas, más te viene la inspiración, hay que entrenar la búsqueda.
-¿Cuándo hacés streetboarding se te ocurren ideas?
Con el streetboard terminé conociendo cosas rarísimas. Últimamente estamos yendo a patinar a Mataderos, a un parque público, estás en un lugar que nada que ver y con la cabeza dando vueltas y ahí te baja la inspiración, tal vez estás acá y no lo llegás a dilucidar, que dibujando, viendo videos, Facebook o películas.
-También leí que te inspirás en sueños.
– Yo vi una entrevista a Hitchcock, en un libro que se llama Conversaciones con Hitchcock que se la hizo Trouffaut, en donde cuenta que a un amigo se le ocurrían las mejores ideas en los sueños, entonces un día agarró un cuaderno y anotó el sueño, al otro día se levantó y la leyó y decía, “un hombre se enamora de una mujer”. Lo dijo como descartando la idea de que en los sueños pueden aparecer ideas. Pero a mí me vinieron un montón de ideas, pese a Hitchcock y a Trouffaut, ideas lógicas. Más que todo con climas, no es algo muy racional, la deformidad de la escena. Muchas veces pasa que tenés información que no entendés por qué pero la sabés, y está buenísima, quizás te dispara otra cosa. Sueño mucho con música y con temas, y uno de los que viven conmigo, Axel, es músico así que le estamos dando forma. Yo le digo la melodía y él le pone onda con el bajo.
Página 70 de la historieta “Norton Gutierrez y el collar de Emma Tzampak”
Trabajar de dibujante
-¿Se puede vivir del dibujo?
-Como dibujante hay mucho laburo siempre, no es como con los músicos que la pegas o no la pegas. Si no la pegás capaz podés hacerlo de una forma más bohemia y trabajar en publicidad. En el dibujo siempre la vas a pilotear, siempre hay laburo en story board, haciendo ilustraciones en cuentos para chicos, o para afuera.
Todos los que son más o menos buenos siempre pegan laburo pero tampoco se hacen millonarios. Ahora haciendo historieta es más jodido, nadie vive de eso acá, las de Telam empezaron a pagar bien. La revista Fierro es popular y vende un montón, la Orsai le da también bola a la historieta.
Pero el mercado es muy pequeño, es lógico que pase. No somos tan buenos acá como para mantener una industria que nos dé a leer. Acá hay 5, 6 buenos. Hay 80 títulos publicados por año y la mayoría son malos. De acá me gusta mucho Minaverry, Lucas Nine, Jorge González, Muñoz, Berliac, Ed Carosia, Carlos Nine.
Está Gustavo Sala, pero hace cosas muy cortas. Para la cantidad de dibujantes que hay son muchos. En Francia hay 5800 títulos por año, y abastecen a Bélgica, Canadá, tienen autores que me encantan, manejan otros números.
Hay gente que se mete en publicidad. Todos en algún momento tuvimos que prostituirnos, pero espero no tener que hacerlo. El hecho de lidiar con creativos.
-Yo soy dibujante y ¿vos qué sos? –cambia la voz y se responde:
-Creativo…
Tipos que creen que son unos iluminados, suelen ser tipos pendejos de 19 años que piensan que la pegaron y están ahí, sentados en un puff, descalzos. A mí me ha tocado lidiar con ellos, hacer story boards. Vas a ver al creativo todo despeinado con barba de cinco días:
-Sí, yo lo que flasheo es una pradera muy power, ¿viste?
-Como los de Cualca.
-Si tal cual. Así que en lo posible trato de evitar la publicidad. A veces pasa que necesitás plata y en la publicidad se cobra bastante bien en poco tiempo, de manera insalubre.
-¿Qué te dejó la experiencia Orsai y trabajar con Alfredo Casero?
Lo de Orsai estuvo buenísimo, me sentí muy cuidado como autor, bien pago el laburo y hay una relación fluida y un diálogo de ida y vuelta con el editor y el diseñador gráfico. No es que cada uno hace lo suyo y todo se junta como un rompecabezas. Trabajar con Casero fue buenísimo, fue un experimento muy raro, era obvio que algunas cosas iban a salir más flojas que otras, pero fue una manera de trabajar loca. Es divertido todo lo que propone Orsai, somos una revolución de la que somos parte.
Página 1 de “Fally Farson” con guión de Alfredo Casero
En el video se puede ver la forma de trabajar.
No tengo idea de cómo seguirá, cómo se va a desarrollar el mercado editorial, si va a existir el papel. Yo me pregunto si es una necesidad como formato o un gusto fetichista. Yo necesito los libros, no puedo leer en pantalla pero no sé si es algo como romántico del papel, el olor, o es que el formato lo necesita. Para ver una historieta en pantalla, es mejor verla animada, igual no sé hasta qué punto es una limitación mía.
Una pantalla es para una película, la gracia del libro es papel que no se puede alterar. Es como decir que la película es más trucha que la vida real porque no está en 3D, no tiene olores. El libro funciona en el papel.
-Se creó un “debate” entre los dibujantes a partir de que escribiste en tu blog http://juansaenzvaliente.blogspot.com.ar/2012/12/no-gracias.html que no vas a dibujar más gratis en publicaciones y eventos. ¿Cuál fue el motivo?
-Un poco lo que aclaró Lucas Nine, si te ofrecen un laburo y no podés agarrarlo, no está mal decir que no. Cuando te llaman y te dicen que necesitan algo para mañana, decís, no puedo, te puedo recomendar a alguien. Pero si te dicen, “¿no te copas en hacer un dibujito?”, quedas como un sorete, es muy difícil decirle que no. Pasa que de repente se transformó como un parámetro aceptado que se puede manguear dibujos, no le vas a manguear una sesión gratis a un médico o un psicólogo. Viene el doctor a tu casa a cenar y no le vas a decir, che, atendeme acá. A mí me cuesta un montón hacer dibujos, y el año pasado me pidieron muchos, y como no tenía tanto tiempo terminé haciendo dibujos que no me gustaban. Éste año hice el cálculo de lo que tengo que hacer, y entre las contratapas de Orsai, quiero seguir haciendo cosas con Casero, el libro del detective, terminar un libro que estoy por publicar de aventuras en una editorial de España, y un proyecto chiquito; hice un cronograma y tendría que dibujar todos los días para llegar. Estoy justo con el tiempo. Tardo porque además me cuesta, empiezo a dibujar y digo, tengo que hacer las compras, tengo que arreglar ésto y termino haciendo todo a última hora y laburando toda la noche sin dormir. Es un tema de tiempo.
Por un año me voy a ortivar, no es que no se regala el laburo, si quieren algunos de los dibujos que tengo hechos, yo los dono, no tengo problema. Yo sabía que mis amigos me iban a bardear, publicaron una foto mía en una pileta de un amigo en Puerto Madero. Pero si lo aviso me siento más tranquilo, me dicen algo y mando el link.
La mitad son proyectos que quiero hacer, el que estoy haciendo me pagan dos mangos, muchas son inversiones que ocupan mi tiempo y estoy entusiasmado. El quilombo es que te saca de clima de lo otro. El de detectives, son 120 páginas, tengo todo el guión hecho y estoy en la mitad del story board.
-Tenés un montón de proyectos para concretar este año. Y en el medio vengo yo y te hago una entrevista.
-No está buenísimo, me encanta hablar de mí.
-Ese es un re buen título. “Me encanta hablar de mí”.