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Poly Bernatene: el iluminador de la noche

“Trabajar para chicos me mantiene más cerca de la sabiduría”, dice Poly Bernatene. Sentados en la sala de una casa antigua, con techos altos y paredes rojas y blancas, me preparo para escuchar una de sus historias:

-Sapo de otro pozo, es un libro que hicimos con Rodrigo Folgueira. Es sobre un chanchito que aparece en una laguna y lo rodean otros animales que lo maltratan terriblemente. La cuestión es que con Rodrigo vamos a las escuelas y hablamos con los chicos, ellos dibujan a los personajes y casi siempre hacen a los mismos, al chanchito, a la comadreja, a los sapos.

Un día se me acercó una maestra casi llorando y me mostró el dibujo de un nene, Tobías. Había dibujado al escarabajo Hugo, que apenas aparece. Y nos contó que él casi no se comunicaba porque era autista, pero se había detenido en ese personaje chiquitito. Lo había observado de otra manera.

Son especiales los chicos, de verdad, asombrosos.

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El chancho que croa

Poly que es Norberto Bernatene, conserva la mirada del que acaba de hacer una travesura o bajarse de un árbol después de jugar toda la tarde. Aunque ahora use barba y antejos, es un chico que nació en 1972 y nunca dejó de dibujar. La misma característica se repite en los entrevistados.

-Todos nacen dibujando. Para escribir, jugás haciendo dibujitos. Las palabras también son dibujitos. Después la sociedad se encarga de anularte, taparte. Están los que siguen fantaseando. Se permiten eso y es una manera de sobrevivir al corte que hace la sociedad.

-¿Una especie de rebeldía?

-Una necesidad. Desde chico dibujé y sabía que iba a vivir de ésto.

Como la mayoría de los que eligen el camino artístico, ocupaba todo el tiempo en hacer lo que le gustaba. Tuvo la suerte de que los viejos lo apoyaran, “no les quedaba otra”. Iba a talleres.  No leía mucho, eso vino después, cuando Bellas Artes le abrió la cabeza.

Por aquella época, miraba la tele y copiaba el reflejo. Sus versiones de Meteoro, con Chispita y Chito, de la Pantera Rosa hecha pompa después de salir del lavarropas. También le encantaba el cine, así que con los recursos que tenía, probaba el mundo de la historieta.

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Batman estilo niño Poly

 Después de la secundaria, la carrera de Bellas Artes fue un pasaje por la cultura, la filosofía y la ética. De ahí también sacó a sus mejores amigos y a su mujer. “Ahí aprendí a disfrutar de leer a Borges, se me abrió el mundo”.

De la historia de amor no cuenta mucho, él era un tímido, el típico introvertido. Ella era del grupo de escultores. En la facultad había fiestas, corría la ginebra y se armaban círculos de artistas. Alguna noche pasó, que Poly perdió la timidez y la encaró.

Con ella tienen dos hijos, de seis y diez años, que además de cambiarles la cabeza, son los que primero testean sus libros infantiles. Es que la mirada no falla.

“Ser papá te cambia la cabeza” dice, aunque el proceso de dibujar para chicos viene desde antes, y es algo que hace por puro placer.

-Yo tuve suerte y caí en la literatura infantil medio de paracaidista, trabajé en un hipermercado hasta el 99 mientras estudiaba en Bellas Artes. Ahí me llamaron unos amigos que tenían un sótano y dos tableros para hacer animación. Nos juntábamos hasta la madrugada cada uno con su proyecto y surgió mi primera posibilidad de trabajar para hacer fondos con productoras de animación.

Hasta el año 2000 trabajó Los Pintín, una familia de pingüinos sin ninguna connotación política. No fue una buena época para las producciones nacionales.  Ese fue el último proyecto. Estaban  haciendo Patoruzito, cuando la crisis que se avecinaba los dejó sin plata y no se hicieron más películas.

Con la carpeta bajo el brazo fue a buscar trabajo a las editoriales. Después de cinco meses lo llamaron y le preguntaron si hacía cosas para chicos.

-Mentí, dije que sí y ahí enganché para un personaje.

En 2001 hizo libros para Atlántida y otra vez…nada. Fue el momento de jugarse. Podría haberse quedado y trabajar en otra cosa pero eligió jugarse los ahorros en un viaje: con su mujer se fueron a la feria de Bologna en 2002, una vidriera para mostrar sus ilustraciones. Consiguió trabajo en publicidad y en una editorial, después fue cada dos años, hasta 2008. Los viajes se interrumpieron pero quedaron los contactos, los libros se multiplicaron, la mayoría fueron infantiles.

-Lo más divertido es que al empezar a trabajar para chicos, me involucré en la literatura, llegué a Elsa Borneman a quien ilustré y a un montón de autores increíbles. Yo  quería ilustrar a Poe, Asimov y Bradbury.

Sus dibujos aparecen en libros traducidos a varios idiomas. Fueron publicados en Argentina, México, España, Inglaterra, Australia, Dinamarca, Bélgica, Alemania, Francia, China, Taiwan y Estados Unidos.

Uno de los libros más significativos, “Cuando no llega la noche”, fue encargado en Reino Unido por Meadowside Books y después la Editorial Unaluna le pidió que le agregara texto a las imágenes para su versión en castellano en Argentina y España. Con la guía del escritor Luciano Saracino, se animó a sumarle palabras para contar una historia.

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El espacio fantástico de “Cuando no llega la noche”

-A mí me interesa involucrarme con los textos, con las palabras, para que mi dibujo crezca. Para eso necesito saber cómo se escriben, conocer la estructura y llevarla a mi trabajo. El libro infantil tiene que ser un libro que no se lea linealmente, que se pueda volver atrás, explorarlo, dar vueltas las hojas. Aprendí desde lo técnico a buscar que no aburra la lectura, que atrape, te deje con dudas. Es un gran premio para el autor que el lector sea el que lo cierre. La experiencia modifica un montón de cosas.

En la última feria del Libro “Pequeño Editor” hizo una invitación para ilustrar y hacer un libro en vivo. Poly cuenta que la gente proponía palabras y después les daba el significado.

-Una nena de 9 años puso: “Yo: aquel que conoce todos mis secretos”. Después venía otra, “Secreto: eso tan misterioso como un ninja en la oscuridad”. Vino una señora grande que le puso a la oscuridad, “ausencia de luz”.

Las definiciones de los chicos son maravillosas. En ese sentido los que dibujan y escriben, se acercan más a este tipo de lectura. Desprendida de lo que es la realidad. No es tan fácil ser chico siendo adulto.

Aunque asuma las responsabilidades del adulto, ingresar en el ambiente de los dibujos significa entrar a un espacio con más libertad.

Historieta de vida

Hace veinte años ya soñaba con hacer historietas junto a Rodrigo, su amigo escritor. La máxima aspiración por entonces era publicar en la mítica Fierro.

-Cuando yo desarrollé mi carrera profesional no había mercado para la historieta, estaba todo muerto. Pero tiempo después lo hicimos. Somos como hermanos y por eso salen las historias lindas que salen. Tenemos varios proyectos juntos. Cuando miramos para atrás, vemos como se fueron concretando las fantasías.

Crecieron admirando a Breccia, Nine y Altuna. Alberto Breccia fue un referente en varios sentidos para las generaciones que consumieron sus historietas, con el guionista Carlos Trillo armaron una dupla efectiva, de esas que se potencian al construir el relato.

-El nos enseñó el tema del diseño, a manejar los espacios, la repetición, a mantener climas, equilibrios. Yo elegí los libros más que las historietas porque sentí que me alcanzaba ese espacio para contarlo.

Destinado el público adulto, ilustró los cuentos de Poe que sacará la editorial Pictus a fin de año. Participó de la adaptación a la historieta de los cuentos de Horacio Quiroga que hizo Luciano Saracino para “De amor, de locura y de muerte”, y demostró que puede  transmitir algo más que ternura con sus dibujos.

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Galería Poe

Regar un bonsai

Hace un tiempo frenó un poco con la exigencia de los libros por encargo, para detenerse a mirar hacia dónde quería ir. Fue un momento de introspección y de experimentar con técnicas y perspectivas nuevas.

-Era un obsesivo del laburo. Hay que encontrarle la vuelta para disfrutar, leer, escuchar música, y el deporte me desconecta. Hace un par de años me cayó la ficha de los cuarenta, bajé quince kilos, estoy haciendo deportes, hago tenis y ando como los perritos atrás de la pelota. Fue lo único que me desenchufó, antes corría y seguía pensando, craneando.

Hoy –dice- es el momento de aceptar desafíos. Como el de ilustrar el nuevo proyecto de Hernán Casciari, para Editorial Orsai. En continuidad sonora, “Bonsai” será una comedia en formato revista que además tendrá actualizaciones en el blog y contará la historia de la familia Dámaso, que al igual que en la mayoría de las películas de Disney, tendrá que vivir sin la presencia de la madre. El objetivo es que todos los seres humanos con un niño adentro, “de 6 a 90 años”, vuelvan a compartir la lectura en voz alta. ¿Lo logrará? Habrá que esperar a enero, cuando se empiece a publicar.

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Familia Bonsai: ¡bienvenida!

 Bernatene conoció a Casciari cuando lo llamaron para ilustrar la tapa de Orsai 12, la segunda del último año. Estaba en medio del desarrollo de  temas infantiles pero no quiso perderse la oportunidad y se conectó con la idea que le pidieron: dibujar a  un tipo avaro y miserable, para centrarse en el vínculo de los hombres con el dinero. Eso lo obligó a salir de la zona de confort y explorar el lado oscuro. También pudo dibujar varias opciones, y jugó con el descarte. No es el único –Tute es un buen ejemplo- que piensa que ahí es donde se encuentra lo más interesante, puro material del inconsciente.

-Lo que uno dice que es descarte es lo más rico. Jorge González hace cosas que cualquier otro vería como proyecto, pero vos ves el alma del que dibuja. No todos estamos preparados para desnudarnos así. Tampoco hay gente del otro lado que está preparada para recibirlo.

 Adobe Photoshop PDF

Boceto de tapa

Adobe Photoshop PDF

Tapa alternativa

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La idea de Casciari, la traducción de Bernatene

 Dice que es lento para asimilar los cambios y que podría tener dos o tres libros más. Pero lo que pierde en productividad, con el trabajo de hormiga, lo gana en disfrutar el proceso rodeado por gente de confianza. Mientras tanto, lee y no deja de formarse, de probar y equivocarse. Después llega un momento en que lo aprendido se debe poner a  prueba. “Es la mejor manera de saber qué es lo que te falta por aprender”.

En su blog, Poly cuenta que muchos ilustradores le pedían consejos, por eso decidió escribir cómo habían sido sus pasos para llegar a publicar en medios gráficos. No fue cuestión de suerte o talento. Cuando uno ve sus dibujos entiende que no fue sólo eso. Hubo muchas horas de estudio, práctica y deseos de superación. La única manera de hacerlo, de aguantar la inestabilidad de la carrera, es con la certeza de la vocación.  Y de eso, Poly tiene bastante.

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Aside
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Este blog en donde subo entrevistas a dibujantes es una excusa para unir dos de mis pasiones: las palabras y los dibujos, porque creo que detrás de cada uno de ellos hay personas e historias que merecen ser contadas.

Desde abril comencé a trabajar en la coordinación de los masters de Orsai y también participé del taller de Ficción dictado por Pedro Mairal. Además tuve el privilegio de ser testigo de las clases de Dibujo e Historieta Gráfica de Miguel Rep. Asistí al proceso de la creación de las obras y conocí gente muy talentosa que trabaja en el mundo de la ilustración.

De Rep fue la idea de hacer un cruce de talleres. Que ellos nos dibujaran los relatos y que nosotros escribiéramos sus dibujos. El resultado fue:

http://quenotefalle.wordpress.com

blog con vida propia que tiene ganas de continuar generando un puente entre la gráfica y la ficción.

Comparto dos de mis textos y los invito a leer los que hicieron mis compañeros.

Los conejos 

Dibuja: Gustavo de Tanti

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El hombre alto de camisa rayada abrió la puerta y entré a la sala. Dijo que me sentara en un tono que no admitía otra opción. La silla hizo ruido de globo al desinflarse y por unos segundos concentré la atención de los demás. Saludé y en un pantallazo identifiqué a las amas de casa, estudiantes y desempleados, capacidad que adquirí después de años de experiencia.

Una chica jugaba con el elástico del extremo de la carpeta enorme apoyada sobre la falda, el pibe de al lado la fichaba de reojo y parecía que le iba a hablar pero no se animaba. Diseñadores, adiviné. Frente a ellos una gordita ama de casa fruncía el ceño y desaprobaba el ruido molesto, cada tanto chateaba por whatsapp. Pensé en el aburrimiento que la había llevado a esa sala que tenía algo de consultorio médico, con revistas viejas y un potus medio moribundo. Sentí la fragancia del aerosol barato y me imaginé una pradera de flores violetas mezcladas con bosta de vaca.

Éramos un grupo de diez personas que habíamos respondido al aviso “Se necesitan personas con enorme poder de observación para la prueba de un producto que va a revolucionar el mundo de la estética y la salud”. No me había dejado impresionar por la frase y llamé. Me tomaron los datos, les mentí un poco como siempre y al otro día me avisaron el horario y el lugar de la cita. Si les hubiera dicho que trabajé en marketing jamás me habrían elegido, así que les conté una historia de estudios secundarios abandonados.

Se les llama “Focus Group”, a las entrevistas en las que un  conjunto representativo de personas prueba un producto nuevo antes de salir al mercado. Durante un tiempo me tocó estar del lado del observador a través del vidrio espejado y evaluar a las personas que parecían conejos asustados hasta entrar en confianza. Decíamos “ya llegaron los conejos”, y nos reíamos de sus reacciones ante las galletitas light grasosas o la bebida cola de procedencia dudosa. Fue durante los 90’ que disfruté de una época ideal para que las empresas invirtieran plata en nosotros. Recién egresada como socióloga tuve la chance de dejar de pagar un alquiler y mudarme a Belgrano con Matías.

Pero las cosas cambiaron a partir de los ataques de pánico. Todavía me acuerdo del último día que  estuve bien y al otro me desperté en la cama y pensé que me iba a morir y nadie me pudo sacar la sensación de opresión que me cerraba la garganta y que después se repitió tantas veces. Primero dejé de lado mi vida social y ya no pude cumplir con el trabajo aunque lo disimulé hasta que no me quedó otra que pedir ayuda. Cuando me quise dar cuenta estaba del lado equivocado del vidrio: me había convertido en conejo.

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ImagenLas manos me temblaban un poco pero lo disimulé y agarré con fuerza la cartera, esperaba que la medicación me diera fuerzas para aguantar las ganas de abrir las ventanas y tirarme al vacío que a veces me agarran cuando estoy entre desconocidos. De la nada apareció una mujer de rulos y anteojos con marco grueso, habló en voz baja con el alto de la recepción, y nos dio la bienvenida con una sonrisa profesional.

En la habitación demasiado iluminada había una mesa blanca, pizarra y pantalla plana. También termos con café y sanguchitos de miga.

-Adelante, póngase cómodos, la prueba será de dos horas aproximadas y ustedes tendrán la oportunidad de evaluar antes que nadie un producto novedoso.

Hubo exclamaciones y dos amas de casa empezaron a charlar entre ellas. La de ojos claros con buzo rojo me dijo algo que no alcancé a escuchar pero por las dudas le respondí que sí con la cabeza. Después vino la parte más divertida en donde pude corroborar mis apuestas con un quince por ciento de margen de error. La primera mujer se presentó:

-Soy Maricarmen, tengo 40 años y estudié Letras pero trabajo como asesora en una empresa de seguros. Tengo dos hijos, Mateo y Santi, y me interesa la estética, cuidarme con cremas, comer sano- la mujer sonrió orgullosa y recibió la aprobación del grupo.

El que tenía pinta de abogado resultó que estudiaba Derecho y la gordita que daba con el perfil de fanática de Arjona dijo que era ama de casa y habló de su marido Edu con el que siempre tomaban gaseosas diet. Los diseñadores comentaron detalles de la profesión y se rieron de sus propios chistes. La mitad estaba en pareja y tenía hijos, el sesenta por ciento buscaba trabajo.

Yo fui la última. Conté que vivía con Matías, que no tenía hijos pero sí un perro que se llamaba Cachilo y era la alegría del hogar. No dije que Matías hace tres años se había ido a Europa y tampoco que desde la muerte de Cachilo no quise saber nada con las mascotas. La moderadora que se llamaba Ana me preguntó por el cuidado de la piel.

-Uso cremas buenas, tomo agua mineral, dos litros más o menos.

Adiviné que del otro lado había personas que tomaban nota de mis mentiras. Me hizo gracia pensar que era parte de  una estadística que no existía.

-Bueno, les cuento de qué se trata. Estamos por sacar al mercado un agua mineral con propiedades nutritivas. Nos asociamos con una marca de estética y creemos que esta campaña será un éxito. Queremos que prueben el agua que además de hidratar, tiene un componente que a corto plazo, tiene efectos positivos sobre la piel. Más específico, está orientada al rejuvenecimiento y es un anticelulítico poderoso.

Por unos segundos nadie habló.

La gordita aplaudió y aprovechó para acercarse a la mesa y meterse el triángulo de jamón y queso de un bocado. El futuro abogado preguntó cómo era posible lo del agua, y las mujeres con distintos grados de fe, miramos la botella como a nuestro futuro redentor.

Ana dijo que los cambios iban a ser progresivos, por lo que tendríamos que evaluar primero el sabor y volver a la semana siguiente para verificar los cambios en la piel.

Tomé un sorbo cortito y lo paladee como si fuera un buen vino. No tenía gusto a nada, tal vez un dejo, un recuerdo del agua de las sierras de Córdoba que tomaba en las vacaciones de verano. Miré a los demás, había un clima festivo, la diseñadora apuró el vaso y se sirvió más. Yo pregunté si tenía contraindicaciones y Ana reparó en mí.

-No tiene contraindicaciones. Se probó en animales y todos mostraron una mejoría notable en pocas semanas. Nos asociamos con los laboratorios más prestigiosos y ustedes son los primeros que prueban el hallazgo. Aprovechen el privilegio porque la campaña va a ser un éxito.

Lo dijo casi sin respirar, como si lo hubiera aprendido de memoria y ninguno cuestionó la poca información que nos estaban dando. Tomamos lo que pudimos, completamos un formulario y en la salida nos entregaron un pack de seis botellas cada uno y un anotador. La gordita dijo que la próxima vez que nos viéramos no nos íbamos a reconocer y reímos con ganas.

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La semana pasó volando. El primer día no hubo cambios pero al tercero me empecé a sentir más liviana, y también de mejor humor. Una energía olvidada me hizo limpiar la casa y tirar a la basura toda la ropa de Matías. Llamé a la diseñadora que me había dado su teléfono y las dos coincidimos en que era evidente que el agua tenía un poder sanador. El espejo por primera vez me devolvió la imagen que ningún centro de estética me había dado jamás.

Durante el cuarto día mi piel se puso tersa, casi tanto como en la adolescencia. Decidí hacer la prueba y dejé de tomar las pastillas para la depresión, fue una corazonada y acerté. No hubo temblores y me ilusioné con la idea de volver a mi vida de antes, en la que no había espacio para los ataques de pánico.

En el cuarto salí a andar en bici por Palermo, fue muy divertido pero me lastimé con el pedal y se me desgarró el tobillo, alcancé a ver parte del hueso y aunque soy impresionable, no me importó demasiado.

El quinto día fue el más difícil. La piel suave se empezó a caer. Fue de a poco, lo noté cuando terminé de ducharme, el toallón blanco se llenó de cascaritas que tardé en entender que eran del sector derecho de mi axila. Escribí en el anotador que parecía que había problemas con el agua, me vendé la parte roja y me acosté a mirar una serie.

El sexto día me maquillé y fui a la empresa. Noté la mirada de asombro del colectivero y la secretaria que me atendió cuando me acerqué al mostrador. No había rastros del hombre alto ni de la socióloga. Un empleado me acompaño hasta la sala, ahí estaban mis compañeros, igual o peor que yo. La gordita tenía razón, me costó reconocerla con la nariz y las mejillas sin piel, aunque debo reconocer que lucía mucho mejor con cinco kilos menos. Los diseñadores habían perdido la timidez, el pibe se secaba cada tanto la cara con un pañuelo para no dejar caer la sangre en la silla y era obvio que se contenía para no besar a la nueva novia en público.

Yo me acomodé como pude, la extrema sensibilidad impedía sentarme como una persona normal. Después de media hora de espera me golpee la frente con la mano y sentí caer partículas mías al suelo.

El abogado puso la tele y nos colgamos con uno de esos canales de animales. Yo me acerqué al vidrio con un marcador indeleble y escribí una frase de Spinetta y después le siguió otra hasta que no quedó más lugar y continué mi obra en la pared. Los demás charlaban animados, era evidente que el agua hacía subir el nivel de endorfinas. En la mesa había comida y agua suficiente para un par de días. Supe que nadie nos volvería a abrir la puerta.

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Que te regalen un gato negro

Dibuja: Brenda Fahey

bestiarioQue te regalen un gato negro. Que te lo regalen y que sea todo negro, justo como el que querías, o tal vez no querías porque te dio miedo la oscuridad de tenerlo, hasta que lo viste, indefenso y peludo. Que el gato te elija con su ronroneo, te marque y te diga en su idioma gatuno que va a dormir en tu cama todas las horas que se le dé la gana, porque tiene vocación sibarita y vino a disfrutar de la porción que le toca del mundo.

Darte cuenta de que debe ser él, que te mira con ojos insistentes como bolitas que cambian del amarillo al verde claro. Enamorarte y tomarlo entre tus brazos, sentir su calor frágil y palpitante sobre tu pecho. Saber que apenas pueda va a jugar con tus manos, con lana, con insectos, con las bolsas de basura que se convierten en pelotas y con las mariposas que asoman al balcón durante las tardes de verano.

Llevarlo a tu casa. Comprarle piedritas y alimento balanceado. Darle leche. Que la gente diga, “ay qué lindo gato”, y sepa que hablan de él, y se pasee majestuoso con la cola levantada y su leonina falta de modestia. Que se suba a tu silla cuando te vas a sentar, camine por el abismo de la biblioteca, y no tenga conflicto intelectual en pisar un libro de Poe o de Cortázar.

Que se burle de las supersticiones y desafíe el concepto de espacio, trepe por las paredes, rasguñe los sillones y deje huellas en tu ropa. Que maúlle el hambre y las ausencias, y tenga ataques de mimos y nostalgia, miedo a los truenos y a los desconocidos. Que le escape a los perros y al agua fría.

Verlo crecer y lamerse con paciencia minuciosa, asistir a sus cambios de pelaje que marcan el comienzo de cada temporada. Que te acompañe en las mudanzas y los festejos con su presencia muda de sombra chinesca. Dibujarlo y sacarle fotos mientras mira su reflejo en la ventana. Divertirte con sus momentos de delirio, cuando corre detrás de un gato imaginario que jamás alcanzará.

Acostumbrarte a su bienvenida curiosa al abrir la puerta. Que busque las caricias de tus amigos y se acomode a tus cambios de humor y de horarios. Que te acompañe en las noches de series sobre publicistas elegantes o asesinos seriales, con delivery, pantuflas y helado. Que entre y salga de tus pesadillas sin ningún rasguño. Que asuma el compromiso de quedarse a tu lado en las enfermedades y cuando tengas que llorar.

Si se acerca tu cumpleaños no pidas un reloj, porque ya no se regalan y porque medirá con precisión la hora de tu muerte. Que te regalen un gato negro con siete vidas repletas de misterio, dispuesto a ser el protagonista de tu cuento.

 

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Gusti: El hombre águila

Conocía a Gusti por sus colaboraciones como dibujante en Revista Orsai, pero nunca antes lo había visto en persona, por eso me sorprendí cuando apareció en el stand de la Feria del Libro con sonrisa de barba blanca y me saludó como un viejo amigo. A su porte de caballero español sólo le faltaba la armadura para transformarse en un moderno Rodrigo Díaz de Vivar. Pero apenas abrió la boca comprobé que no hablaba castellano antiguo ni había sido desterrado.

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Es argentino y de apellido polaco pero casi no responde al nombre de Gustavo Rosemffet, hasta su mujer le dice Gusti, y sus hijos a veces lo llaman papá. En porteño atravesado por la distancia, esa tarde de mayo me contó que estaba trabajando en su nuevo libro, el más personal de todos. Mientras hablaba, abrió el cuaderno que tenía bajo el brazo y mostró su tesoro: la historia en dibujos de “Mallko y papá”. Mallko que significa águila-cóndor en quechua, tiene cinco años, es su segundo hijo y tiene Síndrome de Down.

-Cuándo yo supe lo que él tenía me derrumbé,  no lo aceptaba. Y el que me hizo entender todo fue Théo, mi otro hijo que en ese momento tenía ocho años. Me dijo: “sea rojo, amarillo, violeta o del color que sea, es mi mejor hermanito y lo voy a querer igual”. Ahí me cayó la ficha.

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Desde una confitería en la zona de Belgrano, continúa el relato interrumpido, a pocas horas de cruzar el océano para regresar a su hogar en Barcelona. Las pupilas oscuras brillan con el recuerdo.

-Me quería enterrar vivo. Ahora lo miro y me siento estúpido, ¿Por qué la gente los aborta? ¿Cómo les pueden tener miedo a esos angelitos?

A diferencia de él, su mujer lo aceptó desde el principio, ni siquiera se había realizado una prueba en la que se podía detectar cualquier anormalidad, él podría haber insistido pero tampoco lo hizo. “Miro para atrás y pienso que estaba todo escrito.”

“Mallko y papá” formará parte de la colección Proyecto Embudo que  se inauguró con libros de contenido gráfico y autores talentosos como Tute, Alberto Montt, Pedro Mairal y Jorge González. El material no tiene guión pero los dibujos a bolígrafo contienen pequeñas  anécdotas y explicaciones.

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-Agarro los cuadernos en donde dibuja él y hay garabatos, ahí escribo cosas, pensamientos. A veces voy al parque y me llevo el lápiz y me pongo a dibujar, o toco la guitarra, al Mallko le gusta mucho la música. Va a la escuela, es rompebolas.

También dibujo a los Mallko grandes, hay un centro para discapacitados mentales cerca de casa, llamado Jeroni de Moragas, allí  colaboro con un grupo que trabaja como en una fábrica envasando cosas pero ahora con la crisis tienen más tiempo libre y yo voy a pintar y dibujar con ellos y de paso los dibujo. A mí me cambió mucho eso como persona. Cambió mi dibujo, antes era más prolijo, buscaba la belleza, ahora cada vez el trazo es más despojado.

Antes

Antes Gusti era otro hombre. Uno muy joven que después de trabajar en la ilustración de revistas infantiles y la animación de programas de televisión en Argentina, se fue a Europa porque tenía ganas de aprender idiomas y ver cómo era vivir en el extranjero. En realidad quería ir a Estados Unidos y no consiguió el visado, así que viajó a Francia en 1985 sin ninguna preparación.

-Me fue fatal. No conocía a nadie, ni el idioma, había aprendido cuatro palabras en francés. Yo quería trabajar para unas editoriales que me gustaban y no funcionó. En el albergue donde me alojaba conocí a un español que tocaba la guitarra, íbamos con él y tocábamos boleros y canciones de los Beatles en el Metro. Después me fui a España, tenía un contacto en Barcelona que me resultó bastante inútil, me dejó tirado.

A los dos meses de haber llegado, ya había aprendido el catalán, mal, pero le servía para comunicarse.

Hace una pausa para tomar el enorme licuado de banana que pidió, con la conciencia de que es el último por un tiempo largo. En Barcelona no lo sirven así -dice- y lo saborea como parte de su ritual de despedida. El dibujante se siente extranjero en todos lados, parece disfrutar de su condición cosmopolita.

– Aquí  me preguntan si soy español. En España digo “hola” y soy argentino.

Dice que no le da vergüenza equivocarse en otros idiomas, que en su casa se hablan las cuatro lenguas oficiales del reino: castellano, francés, argentino y catalán.

-Mi hijo tiene acento español, pero con términos argentinos. Si habla conmigo dice “plasha” playa “posho” pollo, y el código argentino lo entiende perfecto. La francesa habla más argentino que yo.

La francesa es Anne Decis, a quien conoció en una Feria del Libro europea por una amiga en común. Artista como él, hoy comparten la vocación, el amor y la familia.Y la sociedad parece funcionar.

Amigo de los dibujantes argentinos Jorge González y Horacio Altuna, entre muchos otros, Gusti integra la Legión Extranjera que desde España comparte con el resto de los mortales, su destreza para componer historias, personas y sueños dibujados. De sus libros, se destaca “La Mosca” que fue un hit y tuvo repercusión en el público infantil.

-Me inspiré una vez que estaba Théo en el wáter y me llamó para limpiarle el culete, vi una mosca atrapada en  el agua y me imaginé que para una mosca un culo debía de ser grande como la nave alienígena de “Independence Day” -lo cual comprueba que las musas pueden llegar en cualquier momento y hay que estar preparado.

En “Medio Elefante”, hace un collage con herramientas y objetos de la construcción, y “Papá estuvo en la Selva”, es un relato que tiene algo de sus experiencias, pero con las exageraciones propias de la narración de un niño. Está ilustrado por su mujer y fue publicado por “Pequeño Editor”. En todos ellos se destaca la imaginación y la mirada humorística que lo caracteriza.

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Arte transformador

Para Gusti, el arte puede generar cambios pero se trata de un proceso que se relaciona con la toma de conciencia. Entre la crisis europea y el ruido de Buenos Aires, es difícil ver el sonido auténtico, lo que se tapa.

-Creo  que tiene que ver con un sistema que está obsoleto, no funciona. Estamos en un barco, al final el agua les llega a todos. cuando tocan la sanidad y la educación. Cuando ves que la gente se muere por dinero, es una especie de hipocresía, me da rabia.  Por otro lado, ¿qué podes hacer? Cultivar, nunca mejor dicho, yo tengo mi huerta, mis verduras, mis plantas, es una forma de cuidar el espacio, el agua.

-¿Te ubicás dentro de alguna ideología política?

-Ninguna, si me tengo que ubicar lo hago en la izquierda. Es un discurso más acorde al mío pero en la realidad son todos iguales, izquierda o derecha cuando se suben al poder actúan bajo un mandato supremo que es el mercado financiero y no pueden hacer nada o no quieren y los que pagamos el pato somos nosotros. Pasa en todo el mundo lo mismo. Hasta que algún día estalle. Para mí va a venir un cambio, como dicen los mayas.

-¿Cómo ayudás a que haya algo mejor desde el arte?

-Soy una ONG con patas, el dibujo es muy potente. Hay dibujantes que sostienen las marchas en España. Yo trabajo en un ámbito más infantil, doy talleres, voy a los colegios, y reivindico el poder del dibujo. Creo que es mi contribución, hacer que la gente grande dibuje un árbol, pajaritos, que construyan algo. Ésto me permite viajar, ir a comunidades rurales, indígenas.

Gracias a compartir su vínculo con el arte pudo conocer el mundo de otra manera y descubrió las raíces de una Argentina más profunda.  También estuvo en Chiapas. Aprovechó la invitación a una charla en el salón del Libro en México para luego  vivir una temporada con los Tseltales. Estuvo con los  “batsil winik”, los hombres verdaderos.

En la Universidad Metropolitana había conocido al artista Andrés Moctezuma, que dedica su vida a trabajar con las comunidades indígenas de Chiapas y Guajaca. Dictaba talleres de serigrafía, a la vez que se involucraba con proyectos sobre medio ambiente. Se hicieron amigos y Gusti le propuso enseñar dibujo en los talleres comunitarios. Fue un intercambio cultural, lo apasionaba enseñar y aprender de ellos.

También  conoció a los Lacandones, que son más cerrados y no quieren recibir mucha gente de afuera porque desean mantener la identidad. Pueden hablar español, pero los mayores prefieren usar su propia lengua.

Dice que fue clave ir con el corazón abierto, por eso lo aceptaron. Daba clases en la biblioteca, una casita a la que denominaban “sembrando sabiduría” porque no tenían una palabra para definirla. A él lo bautizaron Muk ul xic, pájaro grande o águila grande, por su afición a los pájaros. Hacía collage con plantas y ramitas, y con sus dedos largos tomaba el lápiz para dibujar la gama de verdes de la selva y la energía de los nativos que se dejaban retratar.

Le llamó la atención que todos los chicos hablaban de un duende que hacía bromas, una especie de ser mitológico al que dibujaban igual, como si lo hubieran visto. Pero él no se lo cruzó nunca. Hubiera sido una experiencia interesante.

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El silencio de la montaña

Al igual que los Tseltales, Gusti entró en el mundo de las plantas de poder. Pero no fue en México sino en Ecuador donde empezó a trabajar en la selva con el tema de la conservación de las águilas. Así conoció el significado de las prácticas espirituales en las que el hombre se entrega a la naturaleza para buscar sabiduría. Y aunque era bastante escéptico, un sueño hizo que reflexionara, entonces decidió que si las plantas eran para él, iba a dejar que lo encontraran. La primera vez fue en el 98’ y luego llegaron  las ceremonias y la “búsqueda de la visión”, un compromiso que asumió durante ocho años en los que los días de ayuno se hicieron cada vez más extensos hasta completar treintaitrés. Y por último cuatro años de apoyo a sus compañeros de ruta en Uruguay, el lugar elegido para depurar el organismo y el alma rodeado del silencio respetuoso de los árboles.

-¿Qué buscabas a través de eso?

-Abrir el corazón, ser mejor persona. Conectar con los ancestros, con los elementos como el aire, el agua y el fuego. Es un camino sanador, potente. En la  tradición  se dice que cuando subes la montaña puedes cometer errores pero cuando llegas a la cima allí te encuentras con los abuelos, las plantas de poder y  una vez que tomas contactos con ellos, cambiás. Sos consciente de lo que hacés y lo que sos. Podes hacer cagadas en tu vida  al bajar la montaña pero ya eres consciente. Se camina con humildad, con sinceridad, con integridad y voluntad, se hacen rezos para hacerlo de esa forma.

-¿Y eso qué relación tiene con los cóndores de los que me hablabas antes?

-Tuve la suerte de conocer a Luis Jacome, que es quien preside la Fundación Bioandina. Es el  Director Técnico del Área de Conservación del Zoo de Buenos Aires. También es mi padrino. Hace un trabajo increíble para devolver al cóndor a sus lugares de origen, y para cuidarlos de los que los cazan o le ponen veneno. Todo este trabajo no se podría llevar a cabo sin la colaboración de la gente del lugar, que tiene una relación ancestral con el cóndor y  una cosmovisión. En septiembre vuelven  a liberar en Pailemán, cerca de San Antonio Oeste.

Gusti se enciende y le pone pasión a las palabras. Mueve sus manos, gesticula. Rodeados de edificios y autos, nuestras mentes viajan a  miles de kilómetros.

-Yo empecé a dibujar y hacía libros infantiles, y en Francia en una exhibición de vuelo de águilas me enamoré de ellas. Vi un hombre con el guante y dije que si volviera a nacer, me gustaría ser ese hombre. De repente, como si fuera una película, me encontré al año siguiente delante de mucha gente, volando las águilas. En un lugar del norte de Cantabria, en un parque de semi libertad que tienen las águilas, me hice muy amigo del pibe, un  tío de campo con el que conectamos, él trabajaba con una bióloga que estudia al águila harpía  en Sudamérica. Estudié mucho sobre aves, viajé, dibujé, mi biblioteca estaba llena de libros de águilas. Me entró como una sobredosis, las observaba en el campo. Pero un día entendí que las tenía que mirar de forma más espiritual, ahí fui a la selva.

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Atravesar la tormenta

-Yo era muy desconfiado hasta que un día me golpearon adentro y abrí, sentí que había una conexión, un gran espíritu que mira a los humanos y ve el camino que te toca, y si te toca, te toca. Y así a mí me tocó  un águila, que te ayuda en tu camino. Me metí en el camino del águila que es un camino muy guerrero, me metí ahí sin saber que toda esa preparación sería para poder recibir ayuda con Mallko. Tenemos que preguntarnos qué hacemos acá, no estamos para tener diplomas sino para tener experiencias en ésto que es la vida, se están tejiendo redes en todo el mundo, de conciencia, de amor. Cada uno tiene su tiempo de maduración, algunos lo entenderán más tarde o más temprano. La enseñanza de vida no está solo en los buenos momentos, también en los malos. No todo es luz, la luz existe porque hay oscuridad, no digo que tenés que pasar todo el tiempo por cosas chungas, pero hay que experimentar.

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Gusti comenzó a usar las redes sociales para difundir su trabajo y donde quiera que vaya cumple con su misión. Compartir el aprendizaje va más allá del simple intercambio de datos, porque las técnicas “las podés aprender con tutoriales”. Durante su visita a Buenos Aires fue invitado a dar una charla en la Facultad de Diseño de la Universidad de Buenos Aires. El auditorio, compuesto por mas de trescientos estudiantes que tal vez esperaban un encuentro más tradicional, conoció el proyecto que tiene a Mallko como protagonista.

El hombre que era ya no es. Dejó atrás la piel vieja y se transformó en otro que utiliza el arte, no sólo para contar la belleza del mundo sino para difundir su propia historia. Una historia que él decidió compartir porque tal vez hacerlo ayude a cambiar algo. Con el apoyo de la Fundación de Síndrome de Down de Barcelona, ha colaborado en otro libro que es una guía para padres, y en sus hojas estará impresa la esperanza.

-Es que están extinguiéndolos, hay un montón de padres que desde que saben que su hijo tendrá el Síndrome de Down abortan. A mí me preguntan el grado de atraso que tiene y eso no es lo que importa. Me dicen que no pueden hablar de muchas cosas porque no entienden, y si analizas cuantas pelotudeces decimos al día que podríamos ahorrarnos, deberíamos aprender más de ellos. Una vez me contaron esto en una ceremonia y está en la primera página del libro, dice así:

“En la tierra hace mucho, mucho tiempo había una tribu que vivía en paz y armonía,  y eso  al hombre le dio mucho miedo, y por eso empezó a encerrarlos hasta casi hacerlos desaparecer, entonces cada cientos de niños que nacen, viene un chico con Síndrome de Down para recordar la memoria ancestral de cómo vivían en la tierra”. Para mí ellos son maestros que hablan desde los sentimientos.

“La gente le tiene miedo al agua y se encorva, el hombre de campo no, deja que el agua lo moje, es un aprendizaje, no pasa nada. Tenés que pasar la tormenta. Vivirla aunque la vida sea dura” dice el hombre águila y emprende el vuelo que lo llevará a su tierra.

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Muy pronto “Mallko y Papá”

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Tute: “Soy un cantautor que no canta”

Tute es Juan Matías Loiseau. De Matías a Matute, bastan tres pasos para que la deformación cariñosa del nombre identifique a uno de los mejores dibujantes argentinos que el próximo año piensa festejar sus veinte años con el humor. Lo hará cerca de la fecha de su primera publicación oficial, pero la semilla del dibujo comenzó a sembrarse mucho antes, cuando apenas alcanzaba la altura de la mesa de trabajo en la que su papá Carlos Loiseau (Caloi), todos los días le daba vida a Clemente.

O quizás, la pasión es todavía más temprana, porque estaba escrito en sus genes que el hijo de un humorista gráfico y una artista plástica tomaría la posta del lápiz y resignificaría la tarea con vuelo propio.

Tute

El departamento de San Telmo con patio cerrado -dice- ya les queda chico. Entre sus proyectos, está el de mudarse a zona sur para alejarse del hormiguero de la capital.  Aunque la infancia de sus hijos sea muy diferente a la que él tuvo en José Marmol, volver a zona sur es una forma de conectarse otra vez con la impronta barrial. Escaleras arriba, suena el volumen alto de un canal infantil. Su mujer, Pilar, más tarde aparecerá con Olivia, la beba sonriente que hace cinco meses vino a completar el ensamble perfecto de la familia actual que conjuga “los tuyos, los míos y los nuestros”.

Es alto Tute. Debe medir más de metro ochenta y su herencia física es innegable. Es que Caloi lo marcó en varios aspectos, no sólo en la vocación artística que se disparó a otros ámbitos más allá del dibujo, sino también en cierta actitud corporal. Las fotos de archivo muestran una similitud en la pose arrabalera y la mirada a cámara, la réplica de ojos oscuros, la continuación espejada del ADN que sobrevive a la muerte.

 Dios

20 años es mucho

-¿Si tuvieras que poner momentos importantes de estos veinte años, que se te viene a la cabeza?

-El primer laburo en un diario es importante. Mi desembarco en la primera plana nacional, eso fue una gran alegría. Además, que ese espacio me lo gané por un concurso, la gente tenía que votar.

El concurso era en el diario La Prensa y le permitió empezar a publicar con regularidad. Fue, según él, su ensayo de humorista gráfico diario y no le pesó el nombre, porque ni siquiera contó de dónde provenía. Nunca tuvo la necesidad de decirlo, ni se lo preguntaron, no hizo falta. Después continuó en El expreso Diario, y de ahí La Nación, entró a la revista a fines de diciembre del 98’, y al siguiente año sumó al diario.

También se acuerda del impacto grande que fue empezar la escuela de Garaycochea, conocer a Ferro y encontrarse con pares, gente con las mismas inquietudes, “con el mismo “berretín”.

Eso fue a  los diecisiete o dieciocho. Antes, en la escuela era el que dibujaba, el autodidacta que aprendía mientras copiaba dibujos de otros, salvo que esos otros eran por ejemplo, Quino, Caloi y Fontanarrosa. Por eso cuando llegó a la escuela con su carpeta, Garaycochea lo puso en segundo año.

Bastante contento

Influencias y homenajes

-¿Hubo algún momento de rebeldía de no querer parecerte a tu papá?

-En un momento se me hizo pesada la influencia grande que tenía en cuanto a lo estilístico. Entonces hice un intento fallido por dejar de parecerme, fue doblemente fallido porque por un lado si bien lo que produje fue un dibujo muy distinto al de él, también era muy distinto al mío. Estaba irreconocible incluso para mí, fue un movimiento torpe. Esos procesos son lentos, demandan lo que deban demandar y hay que tener paciencia. Si uno se toma este trabajo en serio y persevera, se va encontrando a sí mismo.

La otra vez me mandaron la página del 99’ o 2000, y no tiene nada que ver con lo que hago. Era un pibito, parecerme a mi viejo me daba seguridad, porque funcionaba, era alguien además a quien admiraba artísticamente. Después me empecé a encontrar con mis propios intereses, diferencias, algunas similitudes que aún conservo pero ya dicho desde mi propia voz, de esa manera salen mis personajes.

Desde su muerte en mayo de 2012, la figura de Caloi fue recordada por amigos, compañeros y público que lo homenajeó de varias maneras. En el Paseo de la Historieta se inauguró una escultura de Clemente sentada en un tablón, con la leyenda que lo hizo tan popular durante los mundiales. “Tiren papelitos muchachos” y es inevitable imaginarlo en la voz cascada que Pelusa Suero hacía para la tele. Hace poco inauguraron un jardín en Tigre y le pusieron Caloi.

Tute no siente la necesidad de hacer un homenaje artístico.

-El que se murió fue mi papá y no Caloi, él es un gran artista a quien admiré muchísimo y aprendí, pero no siento que él pueda llegar a  esperar de mí un homenaje. Él estaba orgulloso de mí como dibujante, no desde un punto de vista artístico sino porque soy el hijo. Aunque me hubiera dedicado a otra cosa, si hubiera sido carpintero, estaría orgulloso de las sillas que hago. Sé que le reconfortaba y le reconfortaría saber que sigo en ésto, sigo en la tradición de un estilo de humor que al menos tiene una pata en el humor tradicional. La otra la saqué y la metí en la cosa más moderna.

Clemente by Tute

En el jardín Caloi 

Humor con sello de autor

-Sos parte de una generación sub 40 de dibujantes que no es tan tradicional.

-Que nos hemos tomado el espacio de humor como algo más personal, menos limitado.

-¿Tiene un objetivo? ¿Lo hacen para que la gente piense o porque les sale de esa forma?

-Yo lo tomo como un espacio de libertad sin olvidar que soy un humorista gráfico, que debe intentar mover a la risa pero un espacio en el que me pueda dar licencias como autor, no soy muy amigo de la ida de: “en lugar de un chiste mirá que interesante esta reflexión”. Si sale así, se da, pero me interesa que la gente se ría, que la pase bien y que pueda disfrutar de otra cosa que es de mi interés, como es la poesía, el absurdo o algún experimento que se me ocurra.

Defiendo el humor de autor, no al servicio de una línea editorial en donde se ve al tipo que lo está haciendo. Como es el humor de Quino, de mi viejo. Intento cultivar eso, que tenga que ver con mis intereses, es más personal como producto y más interesante para mí. Es un trabajo, un oficio, la posibilidad de exorcizar fantasmas, la posibilidad de contar mis dudas, mis alegrías, mis inquietudes, aunque sea sutilmente, lateralmente, metafóricamente, como me gusta hacerlo.

-La gente te termina conociendo también por eso.

-De alguna manera, aunque nadie me termina de conocer. Yo siempre digo que con las páginas dominicales se podría hacer una sutil autobiografía, no una ciento por ciento porque ciertamente no me sucede todo lo que le pasa a mis personajes. Uno trabaja con la observación, no sólo con lo que le pasa.

Lo que te puedo asegurar es que es genuino el interés, de las que hablo son las que me interesan. Incluso desde un punto de vista superficial, si tengo ganas de cagarme de la risa sobre una cosa delirante como un astronauta, hago un chiste sobre uno. Y otras veces, cosas que se me han hecho más carne, aunque después la resolución siempre sea más metafórica o lateral.

-Por ahí tan lateral que no se llega a captar y cada uno le da la interpretación que quiera.

-Eso es lo que me interesa, que cada uno se mire en ese espejo.

No conozco una generación nueva de dibujantes ¿Hay autores para recomendar?

-Humoristas gráficos hay muy pocos. Pocos en la gatera, pocos trabajando. Que defiendan los principios de autor, no el humor sobre políticos de turno. No se ve quién está detrás de ese personajito, qué piensa. Ves las tiras de Rep y podes adivinar su intención política, su ideología. Lo mismo con Quino, con mi viejo. Y veo pocos jóvenes, no sé si es que me llega poco a mí. Pero siempre parece que no, que todo es peor que antes, y aparece algo nuevo o seminuevo, o reciclado y puesto en escena.

Me gustan mucho los cuadritos de Diego Parés, lo que hace en La Nación, es muy gracioso. Te voy a hablar de mi generación, de mis amigos. Tengo ganas de ver de nuevo las páginas de Max Aguirre, aquellas de los Resortes Simbólicos, páginas poéticas y lindas o los dibujos polaroid, que hacía. Iba a un lugar y después dibujaba esa escena y los personajes con haberlos visto unos minutos.

Me gusta lo que está haciendo Jorge González, que sacó un libro en Orsai y dirige la colección, del Proyecto Embudo. Fueye me pareció maravillosa.

Cajitas

La niñez de Batu y el reflejo de la luna

-Me interesa hablar sobre la infancia del dibujante. Sé que creciste en José Marmol. ¿Qué aportó eso para hacer a Batu?

-Muchísimo, Batu tiene mucho de mi infancia. Es una infancia pre-computadora, así que es con juegos, la vereda, el parque, que le echaba mano a la imaginación. Con dos o tres maderas, una silla acostada, era una nave espacial con la que uno se pasaba la tarde entera.

-Ahora son otros juegos, los chicos se enganchan igual con las tiras, pero por ahí juegan a la play.

-Por eso lo puse a Boris, para que  tuviera un poco más de actualidad la tira con respecto a los juegos de los chicos de hoy, de Capital Federal, de departamento. Porque Batu no sólo tiene los juegos de mi infancia, sino los que se podían hacer en un barrio suburbano, más verde, menos autos. Boris viene a equilibrar la balanza, con su celular, su conexión.

-Me llama la atención en tus trabajos como una cuestión medio tanguera.

-Puede ser, el tango es algo que me gusta mucho, evidentemente hay algo de la melancolía o la nostalgia que me atrae. No me considero un tipo que vive evocando el pasado como el mejor lugar y tiempo, no me pasa. En general siempre pienso que el mejor momento es el actual, pero evidentemente me atrae la potencia poética que tiene y lo uso como una herramienta. Sí, me gusta la evocación, una manera maravillosa de la poesía. Es una reconstrucción y una metáfora en sí misma.

-Escuchaba Luna de Abril y veo que siempre dibujas lunas. ¿Qué relación tienen con vos?

-Me encantan las lunas, tan sencillo como eso, siempre fui amante de la noche. Me gusta dibujarlas, deformarlas, ampliarlas, darles una presencia importante.

-La sensación de soledad o reflexión del hombrecito frente a la luna enorme.

-Parecen menos cosa todavía el hombre frente a esa luna acostada.

Luna

Dibujos en terapia

-¿Y los bocetos? ¿Qué hay en eso de los procesos incompletos?

-Bueno eso es una cosa que terminó de perfilarme en mi estilo. Hubo un momento importante que fue cuando decidí empezar a publicar los bocetos, colorearlos y publicarlos. Me encantó porque me pasó que todo lo que quedaba en mi mesa me gustaba más que los originales.

Lo que yo mandaba a la revista, la idea pasada de lápiz a tinta, con hoja de mejor calidad,  pintada a mano o escaneada, me gustaba menos que lo que quedaba en mi mesa, un papelito “cualunque”, arrugado en mi mesa de trabajo. Entonces un día invertí el orden, escaneé el boceto, lo pinté y lo mandé, lo aceptaron y al domingo siguiente hice lo mismo, incluso con tachaduras. Me pareció que de esa manera conseguía una cosa que tenía que ver con la espontaneidad y con algo que se pierde indefectiblemente en el traspaso del boceto al original, lo gestual. Un personaje por más nimio que sea tiene un algo, un gesto, una potencia, que después se diluye en el original, porque ya estás cuidando que se parezca, que se entienda, y de alguna manera con el boceto, estás trabajando de manera inconsciente, es una búsqueda de las ideas. A veces no llego a ningún lado, a veces parece que estoy yendo a un lado y voy a otro.

-¿Y pintas cuadros?

-¿En bastidores? No, nunca. Me encanta la idea, en algún momento lo voy a hacer, alguna vez hice una cosita pero nada serio, ni nada sostenido en el tiempo. Lo dejo para la vejez.

-¿Siempre es placentero dibujar o alguna vez sufrís con las entregas?

-En general es placentero, pero hay veces que estoy muy apurado por distintas cosas o no sale el dibujo y tenés poco tiempo no sale la iglesia que tenés que dibujar, la búsqueda del dibujo con poco tiempo es angustiante. Pero en general es placentero.

-¿Qué me podés contar de Tuterapia? Sé que hiciste muchos años de terapia.

-Sí, es un libro que me gusta mucho y me gustó hacer. Tuvo un momento en el que creció, creció en volumen, en cantidad de páginas y creció como libro.  Al principio iba a ser un libro relacionado con el trabajo en el consultorio y la verdad es que me aburrió armarlo a mí, me imaginé el aburrimiento de la gente al leerlo y cambié de opinión. Decidí incorporarle las páginas de las cosas que uno lleva a la terapia, en general tiene que ver con las relaciones familiares, amorosas, amigos.

-¿Hiciste estudio de campo con tus amigos?

-Yo sé lo que llevaba a terapia. Y también las preguntas, las páginas con los personajes preguntándose, sintiendo el peso del paso del tiempo. Fui mechándole a estas páginas lo relacionado con el consultorio, con las vivencias.

-¿Te diste de alta?

-Sí, me auto di de alta. Empecé a ir a los 18 por curiosidad, fui durante muchos años a la misma psicoanalista y lo tomaba como un espacio de reflexión, para resolver temas importantes y a veces para ir y pensar.

-Y te diste cuenta de que podía servir como un libro también.

-En realidad fue al revés. Como te dije, todo lo que me interesa termina siendo dibujado. Entonces era natural que aparecieran muchas páginas relacionadas con el psicoanálisis, en un momento me di cuenta de que tenía un montón de páginas sobre el psicoanálisis y dibujos sobre el amor y las relaciones de pareja. Si me gustase especialmente, no sé…

-La danza.

-Entonces tendría un montón de chistes sobre danza y sacaría un libro sobre ese tema.

Siempre laburé

El amor es un perro verde y más proyectos

El Amor es un perro verde pasa por todas las instancias del amor. Publicada por Editorial Orsai, como parte del Proyecto Embudo, es una selección de cien páginas relacionada con un tema que nos involucra a todos. Las situaciones cotidianas, los deseos, las ilusiones y los desencuentros, provocan una identificación inmediata. ¿Quién no perdió la cabeza alguna vez por amor?

-¿Por qué tratar ese tema? ¿Existe el perro verde?

-Siempre me acordaba de una frase popular que dice “raro como perro verde” entonces viene a contar un poco eso, que el amor es algo extraño, y extraño se lee de varias maneras: raro, infrecuente, milagro esquivo como puse en alguna página.

Hace muchos años hice una página que era un tipo que desde el primer cuadro buscaba el amor, había comprado flores, se puso un piloto para disimular, desandó su camino y fue preguntando si habían visto al amor de su vida, y todos le daban distintas indicaciones y no lo encontraba, hasta que un tipo le dice: “siga a ese perro verde”. Entonces lo sigue, el perro se da vuelta y le dice:

-¿Usted me está siguiendo?

-Sí, no quiero incomodarlo.

Al final del cuento el perro le dice, “mire, si lo que usted está buscando es al amor de su vida persiguiéndome, le tengo que decir que está perdiendo el tiempo”. Esa página debe tener quince años, fue la primera aparición del perro verde, así que la redibujé, la hice doble y la puse en el centro.

-¿Es esperanzador el mensaje?

-Al principio cuando lo pensé, fue como que es raro en tanto como que es extraño, difícil de explicar, no como que no existe como el perro verde. Es tan complejo que es muy difícil.

Fijate que no hay frases que lo expliquen, ninguna da con todo el universo. El perro verde era una linda metáfora, poética y humorística.

Perro verde

-¿Cuáles son tus proyectos?

Lo que estoy haciendo son canciones. Ahora en colaboración con músicos, con Jaime Torres, la música me pasó él, una con Antonio Tarrago Ros, otras con Hernán Lucero. Y muchas otras mías, música y letra. Soy una suerte de cantautor que no canta.

-¿Cantás mal o te da vergüenza?

-Canto mal y me da vergüenza, todo. Por eso, si no fuera dibujante y hubiera tenido cierto talento para el canto, hubiera sido cantautor. Mi última definición que me gusta es esa, que soy un cantautor que no canta. Y eso es lo que voy a hacer en el disco, jugar en ese universo que es un poco ajeno que es la música y divertirme.  Y de paso llamo a gente que admiro muchísimo para que interprete las canciones.

Estoy haciendo a Batu para la tele, unos micros para Paka Paka que empiezan en julio, son trece capítulos. Todos los personajes, con voces de niños.

Tengo ganas de hacer una historieta larga, después veo que terminación le doy. Un ejercicio como el de las páginas dominicales. En lugar de hacerlo en una página autoconclusiva, que sea una historia larguísima, delirante que se me vaya dando todos los días sin un arco argumental. Una sola idea inicial muy sencilla, un tipito que sale de su casa y uno que vuelve y en el medio lo que salga. Uno que se propone robar un banco, el argumento que sea lo menos importante, que sea absurdo.

Libros

Antes de la despedida y la foto, cuenta algunos de los preparativos para la fiesta de los veinte años. Está componiendo canciones para grabar un CD, y el día del evento, invitar a  gente que admira para que las canten en vivo. También la idea de un libro le ronda la cabeza, “un librote” que contendría algunas de sus mejores tiras.

Va a ser difícil el proceso de selección. No va a haber libro que alcance para resumir tantos años de  talento, poesía y humor.

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La película fantástica del Universo Decur

La historia de Guillermo Decurgez podría ser el argumento de una película de Hollywood. Las locaciones estarían situadas en Arroyo Seco, muy cerca de Rosario, o tal vez deberían ubicarse en algún pueblo perdido de Ohio o Wiscounsin. Decur en un principio sería un hombre alienado que coloca una puerta de auto por minuto en General Motors, durante horas, días y años, y no ve demasiadas perspectivas de cambio. La tristeza se mete adentro como un gusano que lo corroe, le quita las ganas y torna su desánimo en depresión.

Cuando el cuerpo no aguanta más, se ve obligado a dejar atrás el mandato familiar de trabajar en la fábrica, para ganarse el sueldo en un ciber de la ciudad. Entonces, una noche como tantas ve en la tele a una persona con barba y lentes oscuros que se dedica a dibujar y siente el llamado de la vocación que lo levanta de la cama, porque casi había olvidado que era eso lo que le gustaba hacer de verdad.

Nuestro protagonista comienza a transitar el camino del héroe cuando sale de su letargo para correr a comprar libros y pinturas que lo ayudan a despertar y concebir con acrílicos los personajes de un universo paralelo que le salvarán la vida.

La película basada en hechos reales, continúa de forma vertiginosa. En cuatro años, Decur abrió un blog en donde comenzó a subir sus trabajos, llamó la atención de admiradores y colegas que apreciaron los delicados dibujos minúsculos, hasta que su nombre llegó a oídos de Daniel Divinsky, director de Ediciones de la Flor. Con ellos publicó su primer libro, Merci! Además apareció en revistas importantes como Fierro y Orsai.

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Tapa y sumario de Revista Fierro Nº 71

Infancia dibujada

Conozco la historia de Guillermo Decurgez a partir del momento en que se levanta de la cama y vuelve a dibujar, pero también me interesa saber de la etapa previa, del niño Decur. ¿Cómo te decían antes? ¿Cómo te llaman tus amigos?

-Antes, e inclusive ahora, me dicen “Temo”. Cuando era niño decía con dificultad mi nombre “Gui-temo” y la buena de mi hermana empezó a burlarse de ello, entonces, como me molestaba, me quedó “Temo”.

-¿Qué te gustaba dibujar a los 4, 5 años? ¿Qué recuerdos tenés sobre esa etapa de tu vida en Arroyo Seco? ¿Veías dibujitos? ¿Con qué jugabas?

-Me gustaba dibujar de todo. Justamente estos días estuve revisando cajones y me encontré con dibujos que ya había olvidado. Fue un momento feliz. Dibujaba mis salidas a pescar con carrito, también solía dibujar mucho a los personajes de la Family Game, como por ejemplo, Battletoads, Contra o Mario Bros. En los 90’ me hice fan de los dibujitos de Doug, muy fan. Jugaba mucho con ladrillitos de la marca Tente, la mejor de ese tiempo para mí. También tenía muñecos de Las Tortugas Ninjas y G.I. Joe.

-¿Te destacabas en el colegio por dibujar? ¿Había otra cosa que te gustara hacer? ¿Música? ¿Deportes? ¿¿Matemática??

-Además de dibujar, sí, deportes, menos fútbol, lo que sea. ¿Qué es Matemática?

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Estilo de juego

-Hay un estilo, un sello Decur, que aunque tiene alguna influencia de Liniers, se vuelve muy reconocible y por lo tanto único. Tenés un perfil romántico, melancólico y naif pero algunas veces hay cierta oscuridad que me resulta interesante ¿dejás que fluya? ¿Sentís que tenés total libertad para expresar esos sentimientos en las viñetas? ¿Por ejemplo, si estás enamorado, triste o enojado eso sale al exterior? ¿De qué manera?

-Si sos músico y te gusta Miles Davis es muy posible que a la hora de componer no escribas “Laura se te ve la tanga”. Desde que conocí el trabajo de Liniers, se me metió en la sangre y siento que me va a acompañar hasta que me muera. Con respecto a la libertad, sí, la tengo completamente cuando armo el libro para Ediciones de La Flor, por ejemplo. Pero no es la misma libertad que para Orsai, ya que hay ciertos y hermosos límites. De todas maneras, Orsai siempre me dejó jugar y meter muuuuucha parte de mi personalidad dentro de la revista, que vale aclarar y que es lo que siento, una de las mejores revistas del mundo. Suelo reflejar mi estado de ánimo con los colores.

En la muestra “Universo paralelo” que Decur inauguró en Galería Mar Dulce el 9 de marzo, se puede ver un recorrido por sus cuadros y las distintas épocas por las que pasó su estado de ánimo. Algunos un tanto lúgubres y nostálgicos, otros más luminosos, respiran una narración diferente. En uno de ellos, conviven seres inanimados con animales vestidos, extraños y sonrientes, nubes con sombrero de casita y cuerpos musculosos, teteras con ojos y panes que caminan por la mesa, invitados a tomar el té o quizás a ser comidos.  El surrealismo feliz es el resultado de su imaginación combinado con horas y horas de trabajo concentrado y minucioso desde el escritorio circular que construyó aún antes de saber que sería la base de operaciones para viajar a su inconsciente.

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Cuadro perteneciente a la muestra “Universo Paralelo”

-¿Qué técnicas usas y cuál es la que más te gusta? ¿Acrílicos? ¿Dibujas con Wacom? ¿Preferís lo analógico a lo digital?

-Acrílicos y acuarela es lo que más me gusta, pero desconozco muchas técnicas. No dudo que aparezcan nuevos romances… Wacom fue un romance pasajero, que puede volver, pero no todavía.

-Los dibujos remiten a otros años, autos antiguos, caballeros y damas, tu gusto por el mobiliario, las bibliotecas, el secreter… ¿tienen alguna explicación, te lo planteaste al empezar a dibujarlos? ¿Sentís que pertenecés a otra época?

-Esto viene de chico, me gustaban los muebles antiguos y los cajones, pero no cualquier cajón, sino, los chiquitos, mientras más chiquitos, más era la duda de qué cabría en ellos. Seguramente cosas de valor. De valor para mí, para un niño, como por ejemplo las piezas de un robot gigante que nunca construiré. Hay un mueble en especial, son conocidos como “escritorios con persiana” o “secreter”. Son los que más me gusta dibujar, son los que más cosas me transmiten, son los que más cajoncitos tienen y bueno, hoy en día, Secreter es mi personaje principal. Este mismo mueble, me lleva directamente a su época, en donde las cartas se escribían a mano, en donde sacar una foto era un acontecimiento importante, etc… La verdad que no sabría responderte a la pregunta de si siento que pertenezco a otra época, lo que sí puedo decirte, es que los elementos antiguos me llevan a ella.

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Conceptual Incomprensible, de Liniers, dibujada por Decur para la contratapa de La Nación

-¿Qué te gusta hacer cuando no dibujas? ¿Lees? ¿Qué clase de libros te atrapan? ¿Mirás cine, series?  -Cuando no dibujo, una de las cosas que más me gusta hacer, es salir a caminar. También mirar películas, muchas repetidas y algunas nuevas. Me atrapa todo Miyazaki por ejemplo. De inspiración me sirve todo.

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Tiempo de aprender 

El otro día escuchaba al actor y director Osqui Guzmán que contaba sobre su padre, de origen muy humilde que no le habló durante tres años cuando supo que él se dedicaría a la actuación pero que le pidió perdón al verlo actuar, porque recién ahí lo entendió. Leí que tu viejo fue albañil, ¿cómo tomó que después de ayudarlo a él y trabajar en la fábrica y en el ciber te dedicaras al dibujo? ¿Tu familia lo entendió? ¿Cómo es tu relación con ellos?

-Mi viejo trabajó toda su vida como obrero en distintas fábricas. Cuando volvía de ellas, hacía changas para que haya un peso más en la familia. Por eso, hacía de todo, desde albañilería hasta arreglar cañerías, canillas o lo que sea. A los 15 años le dije que no quería ir más a la escuela y me dijo: …ok, pero vas a tener que venir a trabajar conmigo y eso hice. Trabajé con él desde los 15 a los 20 y después entré en la fábrica General Motors “ARBEIT MACHT FREI”. Duré 4 años y me echaron porque me agarré doble hernia de disco y “no pudieron” encontrarme un lugar, tuve mucha suerte de que no me lo hayan encontrado.

Luego de la fábrica, me puse a estudiar diseño, pero me hincharon las pelotas con la tipografía y la vida de Piet Mondrian, duré un año. Luego, vino el ciber 2008-2009, en estos años sentí que ponía mi vida en los rieles de la vía, me agarró depresión. Me levantaba para atender el ciber y me volvía a acostar… Me sirvió para comprobar eso de “los amigos”. Descubrí que es difícil compartir una pena, es mucho más aceptable la risa y el “pasarla bien”. Mandé a cagar a más de uno…

Obviamente mi familia no lo entendió, pero no les quedó otra. Mi decisión era inquebrantable, dibujar o morir. El tiempo trajo cosas hermosas y ellos, de a poco, fueron comprendiendo.

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-¿Qué sentís que aprendiste de en estos años de despegue? ¿Quiénes fueron tus referentes y amigos? –además de Liniers, claro- El oficio de dibujante suele ser bastante solitario, y supongo que más en Arroyo Seco ¿tenés amigos dentro de la profesión?

-En estos años de despegue, descubrí que no todo es color de rosa, que hay dibujantes a los que les molesta mucho encontrar similitudes o influencias y también, descubrí la más grande generosidad y amistad de la que podía imaginar. La generosidad de los grandes. Liniers, Alberto Montt, Netomancia, Max Cachimba, Juan Sáenz Valiente, Jorge González, Tute. Dentro de la profesión encontré gente maravillosa; Daniel Divinsky, Kuki Miller (la gente de Ediciones de La Flor) Netomancia (escritor de puta madre) Dalma Longo, Pablo Sapia (escultor de puta madre) Cristian Turdera, Severi, la gente de Orsai.

-¿Cómo ves el panorama de la historieta en Argentina? ¿Se puede vivir de dibujar o son muy pocos los afortunados? -El panorama es excelente. El auge que tiene tanto la historieta, como la ilustración es increíble. Pero todavía falta bastante. Cuesta mucho vivir de esto, hay veces que se siente como remar en arena. De todas maneras, ¡remar en arena saca buenos músculos! No me gusta la palabra “afortunados”. Por ejemplo, Messi no es un “afortunado”. Cada quién está en donde quiso estar y donde tiene que estar. Por lo menos, así lo veo yo.

-¿Qué te dejó la experiencia Orsai?

-Ufff… fue y es increíble. Lo más lindo de trabajar con ellos, fue precisamente eso, trabajar con ellos. Siento que confiaron en lo que hago y eso me dio mucho más ánimo para seguir remando. Una cosa MUY bella que me dejó la experiencia Orsai, fue ver a Chiri y María, (jefe de redacción y directora de arte de la revista) además de viajar desde Buenos Aires para presenciar mi muestra en Arroyo Seco, hicieron 300 kilómetros y pusieron el auto a 180 por hora, para poder llegar a horario. Eso es amistad, eso es amor, eso es dar ánimo. Por otro lado, fue hermoso haber publicado todas las portadas de 2012 y dos notas, “Las Larvas” de Abelardo Castillo y otra para “Los Polgar”.

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Tapa de Revista Número 7 de Orsai

-¿Cuáles son los proyectos para 2013? ¿Se viene un nuevo libro con Ediciones de la Flor?

-¡Así es! el libro se llama “¡Pipí cucú!” y va a presentarse en la feria del libro en Buenos Aires. Se viene algo MUY lindo junto a Liniers, ¡es sorpresa! Estoy pintando mi tercer libro para una editorial Europea. Se vienen algunas cositas hermosas con los chicos de Monoblock. En la feria del libro sale un libro ilustrado por mí y dos dibujantes más, junto a la gente de Pequeño Editor, el libro se llama “Cuentos del globo 3”.

Viajo a Chile este 8 de mayo a inaugurar mi muestra, en PLOP Galería. Y a finales de año, a Uruguay, a la feria del libro. Sale un hermoso juego de mesa, con mis ilustraciones, con la empresa de juegos Maldón. A mediados de año habrá una muestra con todo lo que hice para la revista Orsai. Y más cosas, que no puedo decir, porque están verdes.

cigarra

Pipí-cucú 6

-Si tuvieras que hablarle a gente que está como vos, al Decur triste que eras hace unos años, ¿qué le dirías?

-¡Les diría que están hasta las manos! jaja, no broma. Esto que voy a decir puede sonar un poco duro. Pero creo que es lo que me hubiese gustado que me dijeran a mí cuando estaba como estaba. Primero: ¿Qué es lo que querés? Segundo: ¿Qué estás haciendo para hacer eso que querés? Aprende de lo que hicieron los demás y preguntate, ¿estoy haciendo eso o algo parecido a eso? ¿Le dedicás todo el tiempo que podes? Hay mucha gente hermosa que te va a dar una mano. Y los que no te ayuden… te harán más fuerte.

El universo fantástico y detallista de Decur se extiende y crece dentro de su imaginación para conectarse con  personas que disfrutan del arte. Atrás quedó la depresión, adelante, lo incierto y asombroso del guión de una película que él escribe todos los días.  

Decur en Bolivia

Foto de su paso por Bolivia con la muestra Merci! (2012) 

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Diego Parpa y sus caritas pintadas

Un nene de la salita de cinco pinta en la pared una guarda de Clementes a pedido de la maestra. Falta un año para que el Mundial 86’ incruste en la historia la mano y la zurda de Dios y el personaje futbolero sin brazos de Caloi se multiplica en las paredes del jardín.

Ésta es la primera imagen que Diego Parpaglione tiene acerca de su vínculo con el dibujo, o al menos el que su madre le contó porque él apenas la recuerda.

Después comenzó a ir todos los sábados con su prima a la escuela de Hermenegildo Sábat. Tenía 10 y una tía Licenciada en Ciencias de la Computación a la que le gustaba compartir con ellos las exposiciones de arte, algo que influyó en su carrera tanto como las historietas de Mafalda y Patoruzú. Mientras cursaba la secundaria se anotó casi por casualidad en el Taller de Caricatura de Garaycochea. Buscaba dibujo humorístico pero descubrió que era eso lo que más disfrutaba y eligió quedarse con el género de los retratos exagerados.

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Walter White o Bryan Cranston

Carpeta de dibujos 

En la casa de Diego hay caricaturas que conviven con su gato negro Vicente. También libros, revistas y una colección interminable de CDs. Entre ellos, un recorrido por la carrera de Goyeneche que desde los parlantes canta con voz potente para después perderla en la espiral del tiempo.

Además de hablar sobre el Polaco, las empanadas y lo mal que le hace la droga a los cantantes, también nos concentramos en su carrera como dibujante.    

-Dibujar caricaturas es lo que más me gusta hacer. Dibujo todos los días, cada vez tengo más motivaciones para dibujar. Lo hago por laburo, pero sino, lo haría igual.

-¿Hubo algún momento en el que dijiste: quiero dedicarme a ésto?

-Nunca. Creo que quiero que siga siendo una vocación que me dé de comer, antes de que sea un trabajo. Siempre que lo vi como trabajo, perdió la gracia. No me estoy vendiendo bien. Dibujo por placer, trabajo en una ferretería con el esposo de mi vieja y tengo libertad, él entiende mi laburo. No me genera conflicto trabajar de civil.

Me gusta cuando es algo que disfruto hacer, como en la revista Vlov, en donde publiqué un dibujo de Cronenberg, el director. Le puse onda porque me gusta el director, la temática estaba hecha para mí.

Me muestra un ejemplar de la revista sanjuanina de contenido cultural, impresiona la calidad. En las páginas interiores, su caricatura ocupa toda la página.  

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David Cronenberg

-¿A quiénes admirás?

– Los primeros que me motivaron a dibujar fueron Olivetti y Lucas en la época en que compraba Cazador. Me mató cuando Lucas me dijo que le gustaba mi trabajo. Después más allá de ser chupamedias y que sean mis amigos, Rodrigo Luján, Agustín Riccardi, Jeremías JanikowPablo TambuscioGerardo Baró. Cada uno dibuja, ilustran para libros, manuales, son grosos. Después hay artistas contemporáneos, Marcelo Mosqueira es uno de los mejores, es re versátil, de Chivilcoy. Bueno, Diego Parés puede hacer un montón de cosas con distintos materiales, Nine, padre e hijo, Enrique Alcatena. Y artistas plásticos, Van Gogh, Monet, Dalí, Picasso.

-¿Pintas cuadros?

-Yo pinté acrílicos, algún óleo pero lo que hago es usar algún estilo y conectarlo a la caricatura.

-¿Qué hacés en tu tiempo libre? ¿Si te tomás vacaciones dejás de dibujar?

-Siempre que me tomé vacaciones dibujé. En medio de la montaña, en Jujuy. Me llevo una carpeta, una libretita con fotos.

-No podés parar.

-A veces me canso pero tengo necesidad de hacer cosas, mejorar, no quiero estancarme en algo, intento hacer cosas distintas.

-Obsesivo.

-Soy obsesivo con otras cosas, que la ropa tiene que estar colgada, por ejemplo.

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Andrew Bird

Música de tornillos

-¿Qué lugar ocupa la música en tu vida?

-No puedo dibujar sin música, es súper importante para mí. Mis bandas preferidas son Megadeath, Ramones, con esas bandas me crié, fueron importantes. Me gusta Café Tacuba, tengo el disco nuevo que me regaló mi hermana para mi cumple, el 14 de octubre.

-Además tocás el bajo. ¿Cómo es? Tenés un grupo con el que dibujas y otro con el que tocás.

OVNI Bueno es el grupo con los que toco el bajo, es Indie Folk medio maricón. Es 100% hobby y una excusa para tomar una cerveza con amigos, hablar nerdeadas… lo hacemos para descomprimir. La otra es la banda en donde dibujo, Juan Quiróz Trío. Juan es mi amigo y era profesor de bajo y guitarra. Además están Nieves en coros y guitarra y Juanma Benítez en percusión . Hacen folklore, es muy divertido. Tengo un atril grande, me siento re cómodo y dibujo caricaturas que no tienen que ver con lo que tocan en vivo.

Diego Parpa además de ser hincha rabioso del club San Lorenzo, le gusta ir contra la corriente. En sus estados de Facebook crea polémica con sus comentarios del estilo “toda la gente que está contenta con que el papa ese sea humilde y esté con los pobres y esas cosas, ¿no es la misma que pide mano dura y que maten a todos los negros, no?” Cada tanto alguno no comparte su sentido del humor y lo elimina, algo que no le importa demasiado. De su trabajo en la ferretería se le ocurrió que podía empezar a contar las cosas graciosas que le pasaban y por eso abrió el grupo Thankyou, come again:

Caso 1

El cliente me pide 200 tornillos de una medida, 200 tuercas para esos tornillos y 400 arandelas para acompañar… yo busco las cosas y cuento los 200 tornillos, las 200 tuercas y las 400 arandelas… le digo cuanto es y el cliente muy enojado me dice “no, eso es muy caro, chau” y yo me quedo solo…

Caso 2

Cliente: -necesito un tornillo.
Yo: -¿que tipo de tornillo?
Cliente: -y, no se, mostrame alguno.
Yo: -hay un montón de tipos de tornillos, toda esa pared con estanterías está allá está llena de tornillos ¿para que lo va a usar? ¿que tamaño? ¿que tipo?
Cliente: -¿No me podés mostrar uno y te digo?
Yo: -No, dígame que tipo necesita y le muestro, hay miles de modelos y tamaños.
Cliente: -Ahhh, no querés trabajar.
Yo: -No de la forma que usted quiere.

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Homenaje al abuelo Parpaglione, del que heredó su humor

Predicciones del pasado

-Pocos saben que tuviste un pasado periodístico.

-Es corto, duró un cuatrimestre en  TEA y no me gustó. Fue la primera carrera que intenté hacer, hubo cuatro más. Había hecho bachiller en Comunicación Social, y tenía periodismo, radio y un profesor nos re motivaba a hacer esas cosas. Siempre fuimos un grupo de pibes que nos dedicábamos a cosas artísticas, por eso elegí periodismo, hasta que arranqué y vi cosas que no tenían nada que ver con lo que me decían que tenía que hacer. Por eso dejé, también porque soy vago, para que voy a mentir.

Me fui a Ciencias de la Computación, pero había muchos números y no lo soporté, tenía insomnio, la pasé mal. Después probé con Imagen y Sonido. En el CBC era mucho de arquitectura y nada de lo que yo buscaba. Y lo último que intenté fue Bellas Artes hasta que dije, bueno, no. Aprendí cosas pero la metodología que tuve y la enseñanza no me motivaban para nada. Aprendí más en los cursos, los de Garaycochea y Julio Ibarra.

-¿Qué se viene para este año? ¿Cuáles son tus proyectos?

-Mi proyecto es dibujar, trabajar en cosas mías, en lo que me piden, como ahora que estoy haciendo a los jugadores de Racing para una página que se llama Racingmanía, me copó el proyecto. Además voy a eventos donde dibujo.

 Este año Diego seguirá dictando como en 2012, clases de Caricatura y Caricatura Digital en El Chuchitril. La idea del curso es aprender a analizar la morfología facial para trabajar en el proceso de deformar rostros con las técnicas que los alumnos elijan

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Bocetos

-¿Como te ves de acá a 40 años?

-Todas las veces que proyecté algo no lo hice, este año voy a ir al gimnasio, voy a hacer dieta, ¡no lo vas a hacer! hay planes que cambiaron mucho, yo dejo que las cosas pasen.

En 40 años estaré muerto, ceniza. Son 70 años no quiero vivir tanto, debe ser insoportable, me van a matar antes. De acá a 10 no sé si llego, no tengo idea. Sino, estaré ciego, encorvado, dibujando en la silla de ruedas.

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 Parpa en acción

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Alan Dimaro dibuja el Cabrón que todos llevamos dentro

Arreglamos una cita frente al Parque Centenario. Con el sol del mediodía entramos al bar y nos ubicamos cerca de la ventana, el lugar preferido por cualquier persona que quiere algo de intimidad y la opción de mirar los árboles y la gente.  Pero cuando el mozo se acerca y le decimos que no vamos a comer más que un tostado y un café, nos pide que cambiemos de mesa mientras la señala, porque -explica- esa está preparada para almorzar. Al movernos, observo que la nueva mesa tiene mantelitos, copas y cubiertos  idénticos a la que acabamos de dejar. Más tarde mi pedido de café con leche en jarrito se transforma en un pocillo de café. El tostado pronto adquiere la consistencia de una zapatilla. Una escena como ésta bastaría para que aparezca Cabrón, el personaje autobiográfico que dibuja Alan Dimaro, a quién tengo sentado enfrente.

-¿Cómo fue ese comienzo de Cabrón?

– Yo venía craneando la idea de hacer algo humorístico. Cabrón surgió en 2010, cuando hice mi segundo libro de historietas, Valdemar II y laburé mucho con la adaptación de cuentos de Quiroga, Edgar Allan Poe y Necrópolis, con guión de mi amigo Diego Gainza. Me pasaba horas dibujando esa antología y no tuvo la respuesta que esperaba.

Valdermar I que había salido el año anterior, vendió mucho y fue un trabajo menor en cuanto a diseño, tapa, historias. Tal vez fue la maldición de Poe. Cuestión que había perdido el gusto por dibujar, estaba horas tratando de alcanzar la historieta perfecta y cuando no me gustaba algo, lo rompía, me calentaba. Me preguntaban si me gustaba dibujar, yo les decía que ya no, que lo hacía porque me salía de una manera aceptable.

Y con Cabrón recuperé el gusto. Al principio era una novela autobiográfica, no tenía título. Mi personaje se fue transformando y el nombre surgió en 2011. Lo hago y lo subo, tengo la respuesta de la gente al toque, es lo que más disfruto hacer, me divierte. El motivo principal por el cual hago las historietas es para que la gente se ría. Si se cagan de la risa, misión cumplida, lo hice para eso y lo logré. Cuando trabajaba en La Ley, la editorial jurídica, hacía el armado del Boletín Oficial ahí, mis compañeros  me pedían que las imprimiera y las llevara. Después escuchaba las carcajadas desde la otra punta.

Más tarde me contacté con el editor de la Duendes, Alejandro Aguado, al que después le recomendé a Luciano Rivas. Le mandé mi trabajo y me publicaron. La idea es que pronto salga el libro para ser parte de su catálogo, junto a trabajos de Mssaarolli y Patricia Breccia, entre otros. Es un orgullo compartirlo con ellos.

Subo capítulos en FB y en la página de Duendes, mi idea es hacer un libro con todo el material.

-El personaje en parte sos vos, pero siendo una historieta puede pasar cualquier cosa, como que aparezca Charlie Sheen,  ¿te pones en el papel de superhéroe o como alguien que te gustaría ser?

-Cuando hice un homenaje a la Naranja Mecánica, yo era Alex. Y sí, a veces deliro un poco, como en la del Hombre Lobo, (aunque la de los policías-monos era real). Una vez me preguntaron si Cabrón era un monumento a mi ego, todo lo contrario, en Cabrón me río de mí, muchas veces quedo como un pelotudo.

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-¿Tenes inspiración en otras novelas o historietas autobiográficas?

-Viví siempre entre Capital y Lobos. En 2007 empecé a cursar la carrera de edición y de 2008 a 2010 la hice viajando en tren de Lobos a Capital. Todos los días viajaba cien kilómetros, y por eso le puse así al sello independiente con el que editamos varios libros, mi oficina de laburo era el tren.

En calle Corrientes había comprado unas historietas autobiográficas que me fascinaron y las leía en el tren. Eran historietas que se publicaban en el blog, “Historietas reales”. Había una que se llamaba “La divina oquedad”, de Rodrigo Terranova. De ahí saqué la idea de poner lo que estaba escuchando mientras dibujaba, porque la música me parece súper importante, habla del autor. No hay un día en que no escuche música y genera un vínculo más íntimo entre el autor y el lector. También leía “Granjero de Jesú”, de Ángel Mosquito, “Yo conmigo” de Fabián Zalazar, ese libro lo publicó Domus. Me marcó mucho, el enfoque, el formato, en blanco y negro.

Cien kilómetros de editorial

 -¿Cuándo arrancaste con la editorial?

-Empezamos en 2009, publiqué literatura, narrativa, historietas. Empecé en Lobos después de estudiar la carrera de edición.

-¿Qué publicaron hasta ahora en Cien kilómetros?

-La idea fija y Media hora de felicidad, de Mariano Contrera; Carne y sangre, de Diego Gainza; La hora difícil, de Ricardo Steiner; Los espejos y los días, de Luisa Anastasio; Amnesia vertical de Georgina Wloch; Crónicas desveladas, de Iván Lukman y Sr. Valdemar II, entre otros. Gracias a algunos autores los libros fueron a Suiza, Alemania, Australia, Uruguay, Chile y Cuba.

Imagen Adaptación del cuento publicada en Valdemar II

-¿Y por qué no publicas Cabrón con tu editorial?

Porque me interesa que esté en una editorial que se dedica a la historieta y tiene mucha rotación. Cuando hay eventos, siempre está el puesto de la Duendes.

La Duendes” antes se llamaba “Duendes del Sur”, y se editó desde Chubut entre 1991 y 1992. Después se transformó en un suplemento semanal “El Espejo. De los dibujantes del sur”, que se publicó en el diario de mayor tirada de la región central de Patagonia. Se editaron 89 números entre 1993 y 1994. Volvieron en 2007 con el nombre cambiado y hoy es una editorial de historietas de alcance nacional en la que colaboran artistas nuevos y consagrados. La editorial trabaja de forma cooperativa. 

Trabajo artesanal

-¿En cuanto a las técnicas, cuáles usas?

-Cabrón no tiene retoque digital, directamente lo hago en tinta. Las viñetas las hago con lápiz y después si me equivoco, liquid paper. Una vez le contaba a un colega que me decía que para eso está el photoshop. Sí, laboralmente es lo que hoy se busca, pero a Cabrón lo hago por gusto entonces es artesanal. Cuando veo cosas muy retocadas digitalmente me generan distancia, no les resto valor pero siento que hay una distancia entre el autor y la obra y entre el autor y el lector. De las adaptaciones de clásicos, algunas obras están buenísimas, pero otras, no. La tipografía también provoca esa sensación de alejamiento cuando los globitos no parecen la voz, parecen pegados arriba del dibujo, no forman parte de la composición del dibujo. La máquina nos está reemplazando en muchas cosas, que lo haga en el arte…

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Tengo miedo de que al estructurarme en eso le pierda el gusto. Con lo que hago, que técnicamente no es correcto, apunto a lo que quiero transmitir: un estilo más despojado transmite más sentimientos. Igual hay un estilo para cada género y tal vez para historias más oscuras, de muerte y asesinato no iría.

Cabrón es una bocanada de sentimientos y cosas que me pasan por la cabeza. En una hora y pico termino aunque me llevó mucho tiempo el capítulo El Candidato porque tuve que entrar al Facebook de cada uno y hacerlos lo más parecido posible.

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Cuando veo cosas así las aprecio más. Antes use tinta china, la adaptación de Quiroga la hice así, la de Poe con tinta china aguada. Me llevó más tiempo porque estaba aprendiendo a dominar la técnica.

-¿Y cómo se te dio por elegir esos cuentos para adaptar?

– El primer libro de Sr. Valdemar surgió en el 2009. Era una antología de cuatro autores y con Diego Gainza elegimos el nombre porque somos fanáticos de Edgar Alan Poe, aunque no había nada de él. En el segundo adapté Los hechos en el caso del Sr. Valdemar que es acerca de un enfermo terminal que tiene tuberculosis y su amigo que hipnotiza a la gente, decide intentarlo con él en su lecho de muerte porque piensa que le puede prolongar la vida.

El tipo que está por entregar los documentos es hipnotizado, entonces está muerto pero puede hablar y empieza a describir como se le va deteriorando el cuerpo durante casi un año. Ese cuento yo lo leí cuando volvía en tren a Lobos,  y era un quilombo, estaban los pescadores, tipos fumando, otros vendiendo Cds con reggaetton. Y yo me había metido en esa habitación en el año mil ocho cuarenta y pico, estaba con el muerto.

 

Acercamiento a los lápices y al rock

 Alan Dimaro nació en Lobos, el 7 de octubre de 1984. Siendo el primero de tres hermanos, sus padres no tenían parámetros para comparar si su hijo se destacaba en el dibujo. Hasta que una vez llamó la directora de la escuela a su casa para decirle que era notable como dibujaba. Desde entonces, siempre lo apoyaron en lo que le gustaba. Aprendió de manera autodidacta, copiando historietas como las de La Liga de la Justicia, que hoy le generan buenos recuerdos.

Luego dictó talleres de historieta en una biblioteca y en el Municipio de Lobos, y siempre se vinculó con el dibujo.

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-¿Qué hacen tus viejos?

-Él trabajó toda su vida como mecánico, mi vieja tuvo una zapatería y ahora es ama de casa. Tengo un hermano de 25 que vive en La Plata y otro de 20.

-Y además de tu relación cercana con la música, ¿tocas algún instrumento?

-No, sólo soy espectador. Canto pero no delante de un micrófono, soy amante de la música. Mi banda favorita hasta al día de hoy es Aerosmith. Cuando pusieron cable en Lobos la descubrí, habrá sido en el 99’, allá llegaba todo más tarde. Era la época en que los canales de música pasaban música, veía Aerosmith, los Guns, Red Hot Chilli Peppers. Me acuerdo que en Music 21 que pasaban toda una hora del artista.

Fue alucinante para mí cuando los vi en vivo, en 2007, sufrí muchísimo, fue el recital en el que estuve más estrujado. Me tuve que fumar a Evanecence que no tenía nada que ver, una banda careta que quiere ser gótica. Despues Velvet Revolver, y Aerosmith. Fue el mejor recital de mi vida. Ese y el de Mötley Crüe que diluvió y fue épico.

-¿En tu casa que escuchaban?

-En mi casa hay vinilos. Y a mi vieja le gustaba Michael Jackson, a mi viejo Queen, Creedence, The Police, Soda Stereo.

-Bueno, bien, podría haber sido Palito Ortega.

-Mi vieja odia a Sandro y yo la cargo y le digo porque no es como todas las viejas a las que les gusta.

Historieta made in Lobos

-¿Cómo fue el evento de la Historieta ahí en Lobos?

-El Encuentro de Humor e Historietas que se hizo en 2011 y se repitió en 2012, en los 80’ era típico porque no había otra cosa tan grosa, iba gente como Fontanarrosa y Caloi. Hoy en día hay muchos eventos pero en esa época había uno grande en Rosario y el otro era en Lobos. Mi primera exposición fue ahí, yo estaba muy metido con el Manga, tenía 14 años y todos me presentaban a Solano López pero no lo conocía. Años después descubro el Eternauta que me rompió la cabeza, en 2009 lo volví a ver y me firmó ejemplares.

El evento tuvo mucha convocatoria en 2011. Con José Massaroli estuvimos los tres días que duró el evento dibujando para el público. Para mí fue genial, la gente iba y nos pedía cosas, él hacía sus personajes, Orquídeo Maidana, Juan Moreira. Estaba haciendo Disney para Dinamarca así que dibujaba a los sobrinos del Pato Donald. Yo dibujaba lo que me pedían, “dibujame un Burt Simpson en patineta” y yo lo hacía, ahora me van a tener que pedir que les dibuje Cabrón.

Porque si no te encabronás.

-Mi personalidad se fue encabronando con el tiempo, me peleo más con la gente. Siempre me pasan cosas. Habíamos ido a ver una banda gótica con unos amigos y salimos re eufóricos, y por ahí nos vienieron a apurar y pedirnos plata mal, y bueno, terminó a las piñas, esas cosas cuento en las historietas.

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Una noche estábamos con amigos en mi casa y había un ratón enorme y nadie se animaba a sacarlo. Otra noche habíamos ido a bailar a los bosques de Palermo, me aburrí y me fui antes y con mi amigo vimos un pingüino en los Piletones de Aguas Argentinas. Después veníamos hablando del pingüino, y nos metimos, inocentes en los Bosques y nos corrieron travas en bolas. Eso me dio miedo pero zafamos.

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-Te tienen que pasar cosas para poder contarlas.

-Una vez vi a un hombre levitando. Estaba en Lobos con tres amigos en un bar y viene uno de esos típicos magos que te hacen truquitos con las cartas, sacan una moneda de la oreja y nos dijo: “bueno chicos, miren ésto porque no lo repito”.  Juntó los pies, se elevó unos centímetros arriba del piso, bajó y dijo: “chau chicos, me voy”. Y se fue. No nos pidió plata, nada.  Por suerte siempre tuve testigos.

Después estaba con mi novia en Lobos y vi un yacaré en un arroyo, que es un desague cloacal, imposible que estuviera ahí.  Siempre me pasan cosas atípicas que después puedo plasmar en la historieta. La cosa es contar algo que salga de la cotidianeidad.

Yo no lo hago para canalizar, lo hago para divertirme. Alguna vez lo hice como cuando me puteó una vieja en la parada del colectivo, una que siempre insultaba a la gente y se la devolví. Cuando llegué a casa me puse a dibujar, dibujaba con ira.

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Ya es hora de despedirnos. Le pagamos al mozo que nos cobra con una sonrisa de falsa amabilidad, bromeamos acerca de mi café con altas probabilidades de haber sido escupido y nos vamos. Tal vez Cabrón hubiera reaccionado con violencia ante semejante maltrato pero nosotros nos limitamos a no dejarle propina. Afortunadamente, Alan Dimaro todavía tiene el control de su personaje. Al menos por ahora.

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FanPage de Cabrón https://www.facebook.com/alan.dimaro.7?fref=ts

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¿Sueña Luciano Rivas con pelados y patitos de acrílico?

Ele De Erre es el alias de Luciano Rivas. El artista rosarino que comenzó el año volviendo a Puerto Madryn, todavía se encuentra en proceso de readaptarse a la ciudad en la que vivió desde los 5 hasta los 21 años. Con su cuerpo dividido entre lo que dejó atrás y lo que se viene, llega al bar una tarde que parece pintada por Renoir y aclara que no está acostumbrado a hablar de su vida, que es algo nuevo ésto de las entrevistas.

ImagenLydia Innaturella (acrílico y tinta sobre papel).

Antes de conocerlo, me encontré con una de sus obras en una feria callejera independiente y me comentaron que además el autor hacía historietas. Me interesó su blog con un título de reminiscencias ochentosas, década en la que Luciano nació.

Estuve viendo tu blogs, qué me podés contar de Y yo sin birome para rebobinar el cassette”. ¿Es una especie de diario?

-Yo estaba en Rosario, y de vacaciones en Madryn, cuando vi American Splendor. Tenía ganas de empezar una historieta, hace 8 años que no hacía una y sólo me dedicaba a la ilustración, a los cuadros, cosas sueltas.

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El blog arrancó a principios de 2012. Su mirada tiene el toque humorístico  y nostálgico de los que vivieron parte de la adolescencia durante los 90’ y quisieran ser jóvenes por siempre pero se encuentran con un cuerpo adulto que no detiene su crecimiento. Luciano escribe sobre la vida cotidiana y cuenta anécdotas en formato cómic, se ríe de la normalidad, de sus defectos, vicios y manías. En el cómic la fantasía es la realidad y las exageraciones son la norma. Hace referencia a los videojuegos que jugaba de chico, a la música que ocupa un espacio importante, al vínculo con los amigos y a su hija rubia de cuatro patas que responde al nombre de Luvba y cada tanto aparece dibujada. También los sueños más ridículos son buen material para formar parte de sus cuadros e historietas.

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Sueño que el pelado dirige los patos

El paso del tiempo es una obsesión recurrente, le gustaría poder dedicarse a incursionar en todos los ámbitos posibles, algo similar a lo que hacían los artistas del Renacimiento, pero con más tecnología. Tuvo bandas como The Relampagos que ahora se convirtió en un proyecto solista y  prepara nuevos proyectos musicales, se dedica al dibujo, la fotografía y nunca se queda quieto.

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Lápices y guitarras

¿Cómo fue el comienzo?

-Agarré un lápiz y empecé, a los tres años ya dibujaba payasos.

¿Hubo algo que te haya marcado de chico?

-Yo veía dibujitos animados, las Tortugas Ninjas, ahí empecé a hacer “en serio” cómics, antes veía los de Hanna-Barbera. Hacía historietas de cinco páginas, no me cabía en la cabeza que hubiera historietas de una sola página, si arrancaba algo, lo seguía hasta que me aburría.

Dibujaba solo y a los 15 entré en el taller de cómic de Alex Dukal, a partir de ahí enfilé para otra cosa. Aprendí, vi cómics que no había visto nunca, también me abrió la cabeza en el tema de la música.

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En la disquería.

El taller “El Hueso” le dio la posibilidad de publicar por primera vez con la gente del taller, en las revistas chubutenses Pindonga Comix, O.P.A. y 3 Quinotos.

-A los 18 empecé con la guitarra y a cantar – ríe, no se toma muy en serio- a partir de ahí hubo otro cambio. Me enfoqué en la música. Por el trabajo de la familia, mi vieja quería estar en el campo y yo no, así que me propuso ir a vivir con mi abuela a Rosario, que para mí era como estar en Nueva York, re zarpado. Allá tuve una banda que se llamaba Tamagochi, era rock pop, una onda Red Hot Chilli Peppers, funk popeado. Tengo un par de temas grabados, en realidad ensayábamos más de lo que tocamos. Duró cerca de dos años, mientras estuve yo, después nos separamos y cada uno empezó con su mambo. Además estuve en Methadona, era una banda de noise, punk, alternativo.

¿Y mientras tanto?

-Me tiraba una soguita mi madre o me encargaban algún dibujo. En esa época no pintaba mucho, para mí todo era blanco y negro, fibra y tinta china. No conocía el acrílico.

Casi habías abandonado el dibujo.

-Dibujaba poco pero a los 24 empecé Bellas Artes, agarré tarde. Ahí me di cuenta que estaba en un territorio que no había estado nunca. Aprendí, me tiré a hacer otras cosas, esculturas… Seguí pintando después de dejar la carrera, estuve 3 años hasta que me cansé.

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Sueños de acrílico

-¿Qué técnicas usas?

-Desde que llegué acá uso mucho el acrílico para colorear. Este último mes no pinté, estuve en Madryn con el tema del cómic. Me gusta el acrílico porque seca rápido y en dos horas termino. De algo que se me ocurre o un boceto o cosa aparte. Me sale, ideas que tengo en la cabeza o cosas que soñé.

¿Dibujas sueños? ¿Los recordás?

Si valen la pena, sí. Cosas delirantes como una ruta con trigo y una especie de camioneta que tiene un acoplado gigante con una especie de cara mirando para atrás, la boca abierta y adentro de la boca, dos personas sentadas. Sueño a veces esas cosas.

Me suena muy Pink Floyd.

-Son cosas psicodélicas. Otra es un hombre como de los años 30’ posando para la foto y del fondo del mar sale la cabeza de un bebé con gorrito con orejitas. Vos decís, ¿de dónde sacás eso?

Yo soy una persona que trata de hacer todo tipo de estilos. Hago cosas, retratos realistas con pinceladas para que se note que es una pintura, no que copio una foto. Me gusta que parezca una pintura, no soy muy de interpretar cosas realistas como las de Andrew Newton.

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Sombrero de Conejo

¿Hacés algo digital?

-Hice una época pero ahora solo coloreo. No me llama mucho la atención. No estoy tan metido en la parte de diseño. Me gusta más lo artístico y lo que sale en el momento. Si arranco a hacer algo digital, lo termino así. Pero apenas metí la nariz. Lo mío es dibujo a mano. Uso el Photo -paint para retocar fotos. Estoy acostumbrado al Corel.

¿Tenés personajes?

Gud as Jel! son personajes inspirados en los años 30’. Los hago en el momento, onda Betty Boop o Mickey de la primera época.

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El blog recopila viñetas de personajes antiguos pero más crueles y deformes que los originales, como si Tarantino le agregara sangre a Disney. Los idiomas también sufren una metamorfosis hacia un spanglish argento.

 ¿Te vinculas con otros dibujantes?

-Conozco un chico de Buenos Aires, que tiene historietas autobiográficas, en persona es parecido a mí, desde otro ángulo. Alan Dimaro, sus historietas se llaman Cabrón. El me hizo publicar cosas en Duendes. Tenemos una historia parecida, sentimientos parecidos, este último mes los dos nos fuimos de donde vivíamos.

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¿De Madryn que te gusta?

-Todo. Todavía no estoy con mentalidad de haber llegado. Me siento como que me tengo que ir. La cabeza partida en dos. Quiero ver qué onda, estuve una semana en Bs As y ya me quería venir.

¿Cuáles son tus planes?

– La idea es hacer una movida que abarque todo, una cosa tipo Factory de Andy Warhol, un lugar donde puedan ir artistas y hacer cosas. Empezamos haciendo stencil, queremos hacer un fanzine, un amigo puso su casa en Barrio Sur y ensayamos ahí.

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Después de la foto, Luciano se despide y corre a cumplir con sus obligaciones terrenales. Promete seguir en contacto y tal vez contar en viñetas su primera entrevista oficial, una tarde calurosa en la que el paisaje marítimo sonaba de fondo.

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Alex Dukal: El dueño del circo gráfico

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En verano Puerto Madryn se llena de turistas y locales que aprovechan la hora de la siesta para recostarse en la playa como lagartos sedentarios. Algunos valientes se meten al agua helada aunque el termómetro supere los 30º, otros disfrutan de los deportes acuáticos y muy pocos caminan por la ciudad que se mueve perezosa con ritmo de verano. Desde la ventana de un Havanna, el paisaje del mar tiene un poder hipnótico.Entre las mesas ocupadas, no es difícil reconocer a Alex que me espera sentado, con rulos y bermudas. Alex Dukal es un ilustrador NYC, como se denomina a los Nacidos y Criados, en este caso, en Puerto Madryn. Así se diferencian de los paracaidistas que se instalan para probar suerte, aunque a él no le interesan mucho esas separaciones.

Cuenta que tal vez haya heredado la vocación de su abuelo materno que dicen, dibujaba bien. Sin embargo no hay registros, él nunca llegó a conocerlo. A su madre también le gustaba el arte pero se dedicó a la docencia. Lo cierto es que en la primaria, Alex ya era uno de los elegidos para dejar recuerdos gráficos de cada acto escolar, del cruce de los Andes y del caballo blanco de San Martín “dibujos horribles” según su mirada adulta. Todavía guardan ese libro en la escuela Manuel Belgrano.

Durante la década del 80’ tuvo un cambio de entorno obligado. Por el trabajo de su padre dejó la tranquilidad de Puerto Madryn para instalarse con su familia en Buenos Aires. “Fue un mazazo en la cabeza porque estaba demasiado arraigado. Estuve dos o tres años muy perdido, el cambio de primaria a secundaria, de vivir en un pueblo a la ciudad, tener que hacer amistades de nuevo, no sabía para donde ir”.

Entonces su madre le presentó a una compañera docente de Plástica, Hilda Díaz Vieyra que a los 16, lo invitó a su taller particular y eso terminó de reafirmar el camino. En un año se había contactado con gente del ambiente, hizo su primera exposición colectiva y tomó la decisión de arrancar con Bellas Artes. Pero no fue fácil concretarlo al repetir un año de secundaria y más tarde ser echado del colegio Mariano Moreno por tirar de la cuerda hasta el límite de las amonestaciones.

Con el ciclo básico empezado, toda la familia volvió a mudarse, esta vez a Necochea. La etapa introspectiva en la ciudad del viento sirvió para aplicar lo aprendido, hacer otro taller y encerrarse a dibujar. En el 84 compraba las primeras revistas Fierro y copiaba las técnicas de los dibujantes que a le gustaban, Moebius, Hervi Vidal. Pero no aguantó mucho el pueblo fantasma en invierno y volvió a Buenos Aires para retomar Bellas Artes.

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-¿Cómo fue el segundo intento?

-Alquilé un departamento con un amigo y estuvo buenísimo porque caí en Bellas Artes un año después y muchos de los amigos que tengo hoy los conocí ahí. Era un momento de Buenos Aires en que había mucha ebullición, movimiento under, el regreso de la democracia, todas las cosas del Parakultural, Medio Mundo Varieté, las bandas de rock, mucha movida, fanzines, gente haciendo cosas y tuve la suerte de encontrarme con pibes mas chicos que yo con conocimientos de cine, arte, música, muy inquietos, esos fueron años intensos.

-Y comenzaste a publicar.

-En Fierro, eso fue importante. En el 86’ yo era fanático de la revista y les llevé los dibujos, los vio Juan Lima que era el director de arte y me dijo “tratá de alejarte un poco de las cosas que te gustan y volvé, pero metele pata”. Me dediqué a otra búsqueda y ahí me dijeron que me iban a publicar un par de historietas e ilustraciones. Fue el primer laburo profesional, yo había publicado cosas gratis antes. El hecho de publicar con gente que yo admiraba o que estuviera en la redacción y apareciera Breccia, o Solano López era un orgullo. Pero no aproveché esa situación, porque era adolescente, no tenía la visión de que el laburo es laburo, dependía de la inspiración y si el tema me generaba algo, sino colgaba porque yo soy demasiado autocrítico y llegaba la fecha de cierre y no tenía nada terminado.

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Regreso al mar

 

Harto de la escuela y de Buenos Aires, volvió a Madryn después de 10 años. Más grande y con padres separados, había trabajado en una imprenta, en un bar de la plaza Dorrego en San Telmo, “hacía changuitas”.

En Madryn con la casa de su abuela sola se dedicó a pintar e hizo la primera muestra de pinturas y dibujos, oleos y acrílicos con temática de historietas en grande.

La década del 90’ fue productiva, hacía cartelería, abrió un taller de ilustración, otro de cómics, y tuvo muchos alumnos con los que sacó revistas. Se divirtió con la radio, tuvo programas de rock, participó de movidas que hacían en la ciudad y expuso una vez por año en el Hotel Península.

-Una vez hice una con un amigo, ready mades, típicos objetos dadaístas trasplantados de época y de situación. Yo tenía varias pinturas colgadas y él había puesto en unos pedestales botellitas de soda y de detergente, con unos títulos. Los promocionábamos muy bien entonces siempre había mucha gente. En la inauguración justo cayó un contingente al hotel y en el lobby la muestra llegaba hasta la zona de los sillones. La gente del hotel llevó las valijas de los turistas al fondo del hotel y los que estaban en la muestra empezaron a dar vueltas alrededor de las valijas y decían “que interesante, la verdad es que las otras obras no tienen mucho laburo pero acá hay otra cosa”.

-¡Todo es arte!

-Claro, eso fue la comprobación de que lo que estaba haciendo mi amigo con los ready mades tenía algún sentido. El mensaje es que todo es cuestión de la cabeza, basta que la gente se convenza de que algo tiene la categoría de arte para que lo sea. Deben estar hablando todavía de aquellas obras que vieron de jóvenes.

 Unos amigos  que habían abierto un bar me pidieron que pintara una pared. Vino Diego Bianchi de vacaciones a Madryn, la vio y le gustó, me mandaron una carta, y nos contactamos por teléfono, parece que hubiera sido hace tres siglos. Así publiqué en el primer número de Lápiz Japonés, ese en el que se ligaron un juicio de Quaker, porque estaba la carita del tipo sonriente y cuando la abrías, abajo había una mina que estaba en una situación…

-Fue una buena publicidad para la revista.

-Sí, igual fue complicado, ellos se declararon insolventes.

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Experiencia europea

 

En el 98’ viajó a Inglaterra para seguir a un amor que no resultó pero que le abrió una ventana al viejo continente que no estaba en sus planes. Vendió casi todo lo que tenía y en lugar de los 15 días programados, se instaló en el norte de Gales y se quedó seis meses.

Ahí aprendió a hablar inglés de verdad. Al principio sentía que había llegado a Marte pero después se tornó una costumbre despertarse con la BBC  y comer en Fish and Chips, en donde dos viejas le servían lo de siempre. Al volver en el avión, ya soñaba en inglés.

En Bangor, vivía en una especie de residencia universitaria al que llegaba gente de Japón, Grecia, Estados Unidos y Arabia. Iba a una escuela de idiomas católica y dibujaba todo el tiempo.  Fue una profesora galesa que enseñaba inglés la que le ofreció conectarlo con gente conocida para hacer una muestra en una galería.

Influenciado por la revista “Computer Arts” propuso armar una muestra de arte digital, y ya desde Madryn mandó las imágenes que fueron aceptadas para el siguiente año. A principios de los 2000, antes de que todo estallara, continuó con la tarjetería para boliches, los talleres y con un amigo armó una empresa de diseño web.

-La muestra fue buenísima. Yo estaba acostumbrado a armar todo y acá tenía un asistente que me ayudaba con los cuadros, a elegir el color de los vidrios… Me sentí cuidado, además había buscado sponsors para hacerlo bien. Todo el país de Gales tiene una cadena de galerías interconectadas, muy bien organizadas. Yo armé una lista de invitados y el día de la inauguración se llenó de gente. En el transcurso me fui a Grandstand, cerca de Liverpool a dar un workshop de Ilustración Digital.

-¿No tuviste ganas de quedarte a vivir en Gales?

-No, eso me pasó en otro lugar. Estuve una semana en el medio de la campiña en la casa de una docente de la Universidad, que era profesora de Plástica. Antes de que termine la muestra, fui a visitar a mi primo con el que me crié, el que toca bien la guitarra, y me dijo que me fuera a Madrid, después fui a visitar a una amiga que vivía en Barcelona. Cuando estaba entrando en micro a la ciudad me enamoré del lugar. Conocí un montón de gente, cayeron amigos, íbamos a todos lados juntos, uno alquiló una casa. Me hizo feliz haber hecho la muestra y que saliera bien, era algo que no estaba en ningún plan.

En Madrid había buscado laburo, me había encontrado con Elenio Pico, que vivía en España y que fue responsable junto con Diego Bianchi de la revista Lápiz Japonés, y en los 90’ estuvo a cargo de la sala del Centro Cultural Recoleta. En Barcelona estaba muy relajado, tentando a la suerte sin demasiada intensidad. En algún momento me quise quedar a vivir pero no estaba tan convencido, entonces me engañé, pensé en ir a Madryn y organizar todo con energía puesta en volver.

Eso fue en 2001, llegué sin laburo, después me fue bien con el tema del diseño web y con mi sitio empecé a hacer contacto con gente de afuera. Al principio no había tantos, no estaban acostumbrados a tener presencia y uno podía  hablar con dibujantes que uno admiraba y que respondían.

En 2004 le llegó un pedido de originales para una revista de Singapur y como no los tenía en alta calidad le llegó el momento de replantearse que era lo que quería hacer porque había dejado de lado la ilustración. Decidió comenzar a producir originales y relanzar su sitio, comenzó a laburar con libros y se dedicó sólo a ilustrar.

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Jesús is here

Mientras el café de Alex se enfría hasta mutar en una versión triste de un frappuccino, nos llama la atención una extraña manifestación en la costa. No serán más de diez personas que portan carteles con escrituras tales como “Despreocúpate, “Sé feliz ahora”, “Te queremos”, “Qué tengas un hermoso día”. Un pibe de unos trece años muestra una pancarta que reza “Jesús is here!”. Tal vez no estemos apreciando el milagro. Ellos sonríen y parecen felices.

-¿Crees en algo de todo ésto?

-Tuve educación católica, apostólica, romana. El primer colegio de Buenos Aires, era de curas y eso terminó con todo rastro de bondad para con ellos. La religión no va conmigo.

-¿Cómo trabajás? ¿Qué programas usas además del photoshop?

Trabajo en papel, pero los originales terminan siendo los digitales, me gusta mucho. En 2006 me metí en foros de ilustradores de Argentina, aún al día de hoy hay mucha gente que tiene prejuicios con que todo sea digital.

Yo produzco cosas, estoy armando packs de cosas para ilustradores, para photoshop. Además trabajo con un programa japonés que se llama AZ Drawing, que capta la sensibilidad del trazo. El programa lo hizo una japonesa que lo colgó en la web para que la gente lo use. Me contacté con ella cuando tenía la versión 1, y crackée el programa, lo traduje todo al español y le agregué cosas como pinceles buenos y material, armé un blog y lo empecé a ofrecer. Ella ahora usa mi traducción en su página, está bueno, hay gente que lo usa porque lo promocioné.

Estos últimos años di varios talleres para ilustradores, el mismo lo di en San Juan y Buenos  Aires.

-¿Se puede trabajar desde Puerto Madryn y estar en contacto con la gente del ambiente?

-Mi mujer, Natalia, es ilustradora y porteña y es un tema el hecho de no estar en contacto real con ellos, yo siento la lejanía con las cosas que suceden. Voy cuando me invitan a eventos pero ya no tengo familia en Buenos Aires. Yo laburo también para afuera, ahora terminé una novela para Kapeluz, mando el laburo y capaz no conozco al editor en persona, me envían los libros por correo. Desde que tomé la decisión de laburar como ilustrador, siempre estoy haciendo algo.

-También tenés un sitio de remeras. ¿Cómo funciona eso?

-Mucha gente me escribía para tener remeras con mis dibujos, siempre que imprimo cosas lo hago en Buenos Aires porque acá es más difícil. Una tienda yanqui se contactó conmigo para producir las remeras, lo hice más que nada para ofrecerle a la gente cosas mías. Un amigo desde República Dominicana probó y funcionó, yo también, ningún problema. Yo compré 4 remeras y postales, a buen precio, ahora el tema del comercio online es más complicado.

remeras

Además tengo una tienda para vender cosas mías, la mayoría son para dibujar y el 90% son gratuitas, voy a poner con un sistema que me permita tener un control de las descargas porque sé que por medio de otros sitios, hay miles.

-¿Y ahora qué proyectos tenés? ¿Te dedicás solo a la ilustración o pensás publicar historietas?

-Hace siete años que hago sólo ilustración y faltan los libros propios. Yo tengo varios acumulados míos que no termino, son proyectos a los que les gana el tema de la necesidad.

Hasta ahora ilustré para otra gente. Me gusta dibujar y hacer historietas, mis ilustraciones son bastante narrativas. Cuando descubrí como género el tema de los libros ilustrados para niños, en donde se condensan la narrativa y la ilustración, me cerró.

-Noto en los dibujantes que conozco una afición fuerte por la música: tocan un instrumento, cantan o son muy apasionados cuando la escuchan.

-La música siempre fue algo muy fuerte en mi vida. De adolescente me agarró una furia rockera terrible, que no se si terminó de pasar, escuchaba heavy metal a principios de los 80’. Estudié guitarra, no tenía un mango, me compré una y la tuve que vender. A la vez empecé a estudiar en Bellas Artes. Por una cuestión de que estaba metido en la escuela y mis amigos, seguí con el dibujo. Después a mitad de los 90’ con laburo y con guita, comprobé que no me podría haber dedicado a la música. Me compré guitarra, amplificadores, pedales, manuales y me la pasaba tocando pero tuve la lucidez de decir en algún momento, “esto no es lo mío, no voy a vivir de esto, no soy buen músico y no voy a ser buen músico jamás”. Decidí que iba a tocar la guitarra como hobby y quedaron las cosas en su lugar. Me dediqué a los lápices y la tinta.

Cuando decidí que la música era hobby me sentí mucho más tranquilo y más libre de que no tenía que demostrar nada. De decir a mis amigos, bueno te invito a tocar y tener que tocar bien. A principios de los 90’ con unos amigos armamos un grupo de música experimental. Nosotros decíamos que éramos los precursores de la música paleolítica porque tocábamos como cavernícolas. Participamos de una bienal que se hizo acá de arte joven que lo trajeron a León Gieco de jurado y Claudio Kleiman que es uno de los mejores periodistas de rock que hay acá, subimos a tocar con el gimnasio municipal lleno, dos canciones, y el único que sabía tocar un instrumento era yo, y estuvo buenísimo. León Gieco hizo una crítica y decía que si bien habíamos tenido algunos problemas técnicos con el sonido, se notaba que teníamos una propuesta interesante y le parecía una buena banda de música experimental. Fue genial eso. Nos envalentonó, después grabamos un videoclip, hicimos una presentación con un happening. La banda se llamaba Le Machaqué, que se debe pronunciar en francés. Después vinieron Los Piojos justo cuando estaban por explotar, tocamos con ellos. Como yo era el encargado de la cartelería, hice dos afiches, uno en donde ellos eran los artistas invitados. Tocamos con el sonido de los Piojos, con el lugar que estallaba de gente. Fuimos a la prueba de sonido y no podíamos ensayar porque no sabíamos tocar. Fue genial, después de que terminamos de tocar, la gente venía y nos decía, que bueno, que cosa diferente. Esa fue la carrera de Le Machaqué, eso fue a mitad de los 90’.

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-¿Podrías dar un consejo a la gente que está empezando?

-Es difícil dar un consejo original. Si fuera a un alumno, que sea sincero como me sucedió a mí con la guitarra. Dedicarse a cualquier profesión con el arte es complicado, hay que estudiar mucho al principio, cuando uno es joven. Aprovecharlo. Por momentos puede parecer en vano, pero todo lo que se trabaja cuando uno es una esponja, después se nota y se agradece cuando esa profesión se transforma en la vida de cada día, todo lo que hiciste antes va adquiriendo sentido.

¡Muchas gracias Alex!

Se puede visitar sus sitios:

Web: http://www.circografico.com.ar

Blog: http://alexdukal.blogspot.com

Store:  http://www.zazzle.com/alexdukal

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Juan Sáenz Valiente “Me encanta hablar de mí”

Es historietista, ilustrador y animador. En 2004 dibujó Sarna, (“Memoire D’une Vermine”) con guion de Carlos Trillo que se publicó en Francia y en Argentina. Colaboró en el libro Arte y técnica de la animación, realizado por su padre, Rodolfo Sáenz Valiente. Formó parte, junto a Pedro Mairal, de la serie Impreso en Argentina que se emitió por Canal Encuentro, en la que los libros tomaban formato de historieta.

También ilustró “El Hipnotizador” con guión de Pablo De Santis y participa en la revista Orsai.

ImagenIlustración sin título de la muestra “Más allá de la Ricchieri”

Juan Sáenz Valiente abre la puerta de su enorme casa palermitana y me recibe Patricio Hadouken, el perro negro que lo acompaña a todos lados y que por pocos segundos cumple la función de guardián mientras mueve la cola.  Las escaleras de madera del petit hotel remodelado guardan la memoria de otras épocas, es que en 1983 su padre compró el edificio arruinado y montó una productora de animación. Ahora conviven dos tiempos y desde la vitrina, los muñecos guardados sonríen estáticos.

Era chico Juan cuando se metía en esos cuartos llenos de tableros y dibujantes que trabajaban con stop motion, grúas y escenografías. Todavía se puede ver una antigua máquina construida a mano con la que filmaban animaciones. Rodolfo, como un mago que revela sus secretos, le contaba los trucos que él veía en la tele. Mientras tanto, él observaba, aprendía y dibujaba.

El ilustrador recuerda a su padre y cuenta orgulloso que él fue responsable de varias publicidades durante los 80’ y 90’, entre ellas, la animación del diablo de Orbis y el conejito de Nesquik pero cuando el 3D se puso de moda, la magia se hizo digital y lo dejó sin laburo, así que continuó su carrera como profesor titular en la carrera de Diseño de Imagen y Sonido en la Universidad de Buenos Aires y se dedicó a sus proyectos más experimentales.

Para entonces, Juan era un hijo de padres separados, con dos casas y bastante libertad, fascinado por el mundo de la animación.

-Era animación para publicidad pero más experimental, era un lugar como canchero, onda Michel Gondry, de los 80’ ese que hizo todos esos videoclips raros o la película “Eterno Resplandor de una mente sin recuerdos”. O videos como el de los Chemical Brothers que hay uno que es una vista de un tren, bueno, esa onda, mucho hippie.

Me acuerdo venir de pendejo, había tipos con pelo largo, campera de cuero, mucha joda. Estaba Pucho Mentasti, el que hizo el video de Matador, con él hicieron Boro Boro, que era una serie con Pipo Cipolatti y Carolina Peleritti, que duró muy poco. Esa gente venía a la casa medio en ruinas. Mi viejo le prestaba la parte de abajo a un tipo que hacía muñecos, el que diseñó los Muvis, Leandro Panetta, que fue después fue el director artístico del Parque de la Costa, el que inventó a Cara de Barro y esos personajes. Todo el tiempo estaban modelando, había muñecos, gente dibujando, escenografías…

-Imposible no contagiarte ganas de hacer esas cosas.

-Era un mundo de juguete y efímero, porque hacían las cosas y se iban. Mi viejo tenía la biblioteca llena de libros, muchos de imágenes. Recién cuando se murió y tuve que vaciar la casa encontré cajas con cosas de la época en que se había separado con mi vieja, en el 83’ y nunca se habían abierto. Encontré libros de ocultismo, de tarot, él me había dicho que sabía un poco de tarot, me dijo un día te voy a contar y no me contó nada. De repente me encontré con toda una vida de lectura más la que yo me debía a mí, pero no voy a leer todo lo que leyó él.

-Claro, tenés que diferenciarte.

-Por eso dibujo historietas, mi viejo había experimentado con todo, animación, cine, ilustración, dibujo, fotografía. Acá -señala la cocina- tenía un cuarto oscuro para revelar las fotos. La historieta era el único rinconcito virgen del apellido en el que me podía sentir seguro. Entonces dije, listo, perfecto.

Él tenía libros que estaban ahí por el criterio de la imagen, eran de consulta. Tenías un Tintín, un Lucky Luke, y al lado capaz una revista pornográfica de mulatas, mi viejo decía mirá que interesante la cruza entre un negro y un blanco, no era una cosa babosa o morbosa, era analizar cómo eran los rasgos. Había libros de Manara, libros infantiles, de ilustración, de pintura, de Miguel Ángel, yo tenía el universo ahí sin censura. Había muchos libros de Moebius, el dibujante francés. Yo empecé leyendo esos porque eran mudos, yo tenía 4 o 5 y miraba esas historietas que eran de vanguardia, rarísimas, de los 70’.

-Hablemos de tu mamá.

-Mi vieja es arquitecta pero se cansó y ahora se dedica a la literatura y a la música contemporánea, hace video-arte. Su nombre es Beatriz Sedler, está viviendo en Uruguay, sola en el campo y se inspira. Yo no la entendía hasta que la vi encargarse de la refacción de esta casa, vi lo que era una mujer dirigiendo. En un momento eran 35, 40 hombres entre albañiles, plomeros, herreros, mi vieja era una fiera, una leona, resolviendo todo.

Escribe cosas muy raras, como palabras sueltas y publicó un par de libros. Está en un mundo editorial pequeño, no escribe a lo Bucay. Ella me complementó, mi viejo fue impecable en el sentido de la técnica, mi vieja me enseñó la disciplina y la parte sensible, el lado femenino que todos tenemos.

-¿Llorás con las películas de animación?

-Lloré mucho con Jurasic Park, yo no lloraba con las películas. Mi padrino me contó que, a los 60 años, dijo “basta de hacerme el duro, estoy conteniendo la emoción, me voy a permitir llorar como un niño cuando vea una película que me emocione”.  Yo dije que bueno, no quiero llegar a esa edad para que me pase eso, tendría 17, 18 años. Entonces vi Cinema Paradiso, cuando aparece esa escena de los besos, ya venía cargando la  emoción, ya estaba sintiendo el nudo en la garganta y aparece mi vieja que me dice: Hola Juan, ¿querés algo de merendar?

Rebobiné y ya no pude llorar, pasó el tiempo. Y de repente aparecieron las películas en 3D, la primera importante fue Terminator 2. Mi viejo siempre me había entrenado para analizar las películas con efectos especiales y me explicaba como hacían la escena. Yo estaba entrenado para ver cómo podía resolver cada situación, con vidrio pintado, con chroma key, siempre había un montón de recursos.

Por esa época yo quería hacer una historieta de terror y quería ver cómo habían resuelto eso de estar encerrados en una isla con bichos que los persiguen. Pasa media hora y no aparece nada, te van preparando, hay tensión y están en el jeep con la nenita que agarra una hoja enorme, y el tipo mira por la ventana y se asombra. Vos no ves como espectador que está mirando. Ella se levanta por el techo del auto y él le agarra la cabeza, la gira y y de repente muestran y hay unos dinosaurios enormes… está toda la carne al asador. Hay dinosaurios tomando agua, pterodáctilos volando, y todo ese mundo en 3D al servicio de la fascinación. Steven Spielberg dijo quiero dinosaurios vivos, era un capricho, una inocencia feliz, se nota la alegría y la impronta del niño. Se me abrió todo un mundo de posibilidades, y me inundó la felicidad Spielberg y lloré.ImagenIlustración sin título de la muestra “Más allá de la Ricchieri”

Ilustraciones,  técnicas y Angoulême

-¿Estás usando sólo la wacom para dibujar? ¿Dejaste atrás lo analógico?

-Es lo mismo que hoy con el Word, estás acostumbrado a hacer copy-paste, un montón de enroques y frases, y darle un franeleo al texto, que hoy en día a mano no sé si lo haces. Es lo mismo, yo para dibujar, antes lo que hacía era dibujar, lo escaneaba y lo retocaba a mano. Lo deformaba acá y allá y me pasó que me empecé a enviciar, terminaba haciendo un dibujo con una lista larga de lo que tenía que hacerle, todas las correcciones. Entonces ahora cuando dibujo voy modificando lo que hago en el momento, le cambio el fondo, agrando, achico, deformo. Eso que me queda terminado es el planteo, puedo darle un acabado digital o imprimirlo y llevar al papel, hoy en día lo orgánico todavía no fue igualado en la compu, las pinceladas del óleo en el papel todavía no se igualan en el terreno digital.

Lo hago según la historia o lo que exija el dibujo.

-Le das más importancia al tema de contar una historia, antes que a los dibujos.

-Claro, hay historias que pueden ser contadas como historieta, otras que son para otro formato.

-¿En qué proyectos estás trabajando ahora?

Ahora estoy con una historieta que es de un detective pero no es un policial. Estuve entrevistando un detective en serio, es el papá de un amigo de un amigo que me está contando un montón de historias interesantes. Se trata de un detective que sigue a una bailarina que va a bailar al Delta, la empieza a investigar y se engancha con ese mundo diferente. No hay romance, no quería caer en la típica de un hombre y una mujer que se conocen y terminan garchando. Prefiero que quede así, estoy apuntando a que no quede así o como una cosa reprimida. Si veo que está reprimido los hago garchar y listo.

Me surgió la idea a partir de pensar cómo sería una historieta de detective hoy. Busqué por todos lados hasta que un amigo me dijo, el papá de un amigo es detective, enseguida se copó. Hice como Tintín, trabajo de investigación.

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Página 36 de la historieta del detective, “La sudestada”

Lo divertido es que le presenté a mi editora y le dije, hoy los detectives no son como en los libros clásicos, esos policiales como los clásicos, como Philip Marlowe. Y me dijo, mi marido es detective. Así que le gustó el proyecto y compró enseguida. Ella es una editora franco-belga pero me dejó libre los derechos para que lo publique acá.

-¿Cómo llegaste a ella?

-En Angoulême, fui a un festival en un pueblito de Francia, que es el festival más grande de historietas, y es raro, es como decirte que está de acá a Balcarce, a tres horas de Paris en tren, en un pueblito de mierda, en una montaña, perdido, muy lindo. Lo hacen el 28 de enero y se llena, van de todos lados del mundo.

Le pregunté al presidente del festival porque lo hacen en una época en la que hace tanto frío, y me dijo que la gente no tiene nada que hacer y va. Es raro, acá la gente no sale pero allá se llena.

En 2003  yo quería ir a Europa de viaje, a conocer y quería llevar cosas para mostrar a las editoriales. Me acuerdo que lo llamé a Eduardo Orenstein, el dueño del Rayo Rojo para desearle feliz navidad, y le conté que iba a ir y me dijo que si iba en febrero me iba a perder Angoulême que es importante para los contactos y el desarrollo profesional, así que cambié el pasaje.

El festival no está en un galpón, porque no tienen lugar, sino que está disperso por todo el pueblo. Fui con el contacto de una editora que él conocía y llevé mi carpeta con los proyectos. Allá y no entendía nada, apenas hablaba francés. Me meto en una carpa blanca que decía Ciruelo, y estaba un argentino, cara de indio precolombino, con un pelado, era Jorge González que después me vio perdido y me ofreció que lo acompañara a mostrar el trabajo a otros editores.

Cada carpa es como la feria del Libro, hay stands pero a diferencia hay un costado con una cola para autores. Entramos en una especie de barcito, en donde los editores miraban con detenimiento el trabajo y te hacían una devolución. “Esto está mal dibujado o tiene error de perspectiva, te agradecemos por tu trabajo pero no, gracias”. Está buenísimo que hagan eso, y a Jorge también, lo rebotaron, yo quedé hecho pelota pero él ya estaba preparado para eso. Él tenía todo el cronograma armado, así que nos ayudamos, yo sabía un poco de francés y yo lo introducía pero él me salvó porque no cazaba una de donde carajo estaba.  Finalmente fui con la editora que le gustó lo mío, y fue con la que hice mi primer libro con Trillo que se llamó Sarna. Se terminó editando acá antes que allá, porque apareció una editorial de la nada y lo publicó.

El festival de Angouleme reúne todos los años cerca de 200 mil personas, y desde 1974 reúne a los autores, editores y público en general que disfruta del evento. Además se dan premios a las mejores historietas, en 14 categorías. Juan fue nominado al premio Decoincer La Bulle, por las ilustraciones de Sarna como mejor dibujante joven de historieta.

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Página 1 de “Sarna” con guión de Trillo

Del vértigo de la tabla a la creación de las ideas

 -¿Qué deportes practicás? ¿Hace mucho que los hacés?

-Uso una tabla que se llama streetboard, es articulada, cada pie se mueve en una plataforma individual, unidas a su vez al medio por una tabla y los pies van agarrados. Si te caes te la re ponés. Yo la uso en la rampa, podés saltar y hacer cualquier cosa y viene con vos. Empecé a los 15, después de golpearte varias veces mal, aprendés.

Es mi hobby, no me es rentable pero lo hago mucho y me divierte. Participé de eventos por mis propios medios, nunca me pagaron un viaje. Esta patineta es poco común, en el mundo no la hace casi nadie. En Argentina no se consiguen, si querés hacerlo tenés que pedirte una tabla de afuera. En el mundo somos muy pocos los que lo practicamos, en el último mundial que fue en Shangai eran 20 personas y son amigos todos.

Yo le hago el aguante a full, tengo a todos el Facebook, es un concepto de gran familia, es como una hermandad. Esto tiene un límite de edad, yo estoy en el ocaso, después de los 40 no sé si puedo rendir a full. Con el dibujo voy creciendo, pero hay mucha tensión, más sufrimiento, con ésto me divierto. Antes hice gimnasia artística y saltos ornamentales, hice judo una vez, pero me gustan las actividades en las que compito contra mí mismo.

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Frontside Indy

-¿Tenes alguna teoría en la que crees?

Todo es retroalimentación, Boom boom Kid, dice “La vida es una rueda, tu recibes lo que des”. Siento que lo que uno hace tiene que hacer bien. Si haces algo bien, recibís bien, podés hacer algo grasa, agresivo, puede ser algo muy fuerte como las películas de Scorsese, no digo que todos tengan que hacer Mi Pequeño Pony, no hay que confundir con la cosa naif o ingenua. Pero hay gente que hace cosas trash, capricho intelectual que no te lleva a nada, una especie de diálogo con su ombligo que no te hace crecer.

Creo que primero hay que entretener, algo que distienda, que puedas disfrutar. Puede ser cualquier cosa, una vez que entretenés, después tenés que dejar algo. Una vez lo escuché a Jodorosky que dijo que todo lo que hacemos tiene que ayudar a elevar la conciencia. Él dice, mi finalidad en la vida es que nazcan mutantes, que la humanidad cambie, entonces me di cuenta que para eso debo hacer un arte que desarrolle el nivel de conciencia.  Me encantó y dije, se lo voy a copiar.

Yo tuve la oportunidad de hablar con él y le dije que con mis historietas quiero ayudar a desarrollar el nivel de conciencia, me miró como extrañado y me dijo, primero hay que entretener al lector.

Eso me hace bien. Quiero primero garantizarme de mantener todo lo que tengo de responsabilidad técnica, con mi trabajo por ahora me mantengo a mí, pero si tuviera un hijo, o lo que sea, tengo que priorizar eso. Si logro eso tengo que pasar a hacerlo de tal manera que haga bien y para eso tengo que estar yo bien. Y después, hacer lo que se me cante el culo, porque si yo estoy bien se me van a cantar cosas que no están enfermas. Si están en ese orden escalonado, van a salir cosas buenas.

-¿Pero si estás triste no podés sacar eso?

-Sí, pero tengo que buscar que la catarsis cobre un sentido positivo. No hay que negar la tristeza, obviamente puede aparecer eso. Es como el Yin y el Yang. Tengo que buscar la forma de complementarlo, no de oponerlo. Cuando te encontrás gente a la que lo que hiciste, le hizo bien, ahí valió todo. No es lo mismo cuando vas a ver a Bon Jovi, la historieta es distinta porque no ves la reacción, pero cuando te comentan, es la parte más linda.

-¿Te inspirás con algo? (Suena a droga), me refiero a literatura, música.

-Si, con todo eso, pero no es que digo, a las 5.10 me inspiro y las 6 sale algo. Cuánto más mame, obviamente que la búsqueda depende de cada uno. Yo tengo un amigo dibujante que laburaba en una fábrica de resortes. Y un día agarré su cuaderno y había hecho dibujos todos con resortes, como las vueltas de la vida, se llama Héctor Zerda. No hay un condicionante, que hay que inspirarse en la literatura en los videos de Youtube, puede ser un videojuegos, un sacacorcho, no hay leyes de nada, lo importante es ser inquieto y laburar mucho, cuanto más laburas, más te viene la inspiración, hay que entrenar la búsqueda.

-¿Cuándo hacés streetboarding se te ocurren ideas?

Con el streetboard terminé conociendo cosas rarísimas. Últimamente estamos yendo a patinar a Mataderos, a un parque público, estás en un lugar que nada que ver y con la cabeza dando vueltas y ahí te baja la inspiración, tal vez estás acá y no lo llegás a dilucidar, que dibujando, viendo videos, Facebook o películas.

-También leí que te inspirás en sueños.

– Yo vi una entrevista a Hitchcock, en un libro que se llama Conversaciones con Hitchcock que se la hizo Trouffaut, en donde cuenta que a un amigo se le ocurrían las mejores ideas en los sueños, entonces un día agarró un cuaderno y anotó el sueño, al otro día se levantó y la leyó y decía, “un hombre se enamora de una mujer”. Lo dijo como descartando la idea de que en los sueños pueden aparecer ideas. Pero a mí me vinieron un montón de ideas, pese a Hitchcock y a Trouffaut, ideas lógicas. Más que todo con climas, no es algo muy racional, la deformidad de la escena. Muchas veces pasa que tenés información que no entendés por qué pero la sabés, y está buenísima, quizás te dispara otra cosa. Sueño mucho con música y con temas, y uno de los que viven conmigo, Axel, es músico así que le estamos dando forma. Yo le digo la melodía y él le pone onda con el bajo.

H70Página 70 de la historieta “Norton Gutierrez y el collar de Emma Tzampak”

Trabajar de dibujante

-¿Se puede vivir del dibujo?

-Como dibujante hay mucho laburo siempre, no es como con los músicos que la pegas o no la pegas. Si no la pegás capaz podés hacerlo de una forma más bohemia y trabajar en publicidad. En el dibujo siempre la vas a pilotear, siempre hay laburo en story board, haciendo ilustraciones en cuentos para chicos, o para afuera.

Todos los que son más o menos buenos siempre pegan laburo pero tampoco se hacen millonarios. Ahora haciendo historieta es más jodido, nadie vive de eso acá, las de Telam empezaron a pagar bien. La revista Fierro es popular y vende un montón, la Orsai le da también bola a la historieta.

Pero el mercado es muy pequeño, es lógico que pase. No somos tan buenos acá como para mantener una industria que nos dé a leer. Acá hay 5, 6 buenos. Hay 80 títulos publicados por año y la mayoría son malos. De acá me gusta mucho Minaverry, Lucas Nine, Jorge González, Muñoz, BerliacEd CarosiaCarlos Nine.

Está Gustavo Sala, pero hace cosas muy cortas. Para la cantidad de dibujantes que hay son muchos. En Francia hay 5800 títulos por año, y abastecen a Bélgica, Canadá, tienen autores que me encantan, manejan otros números.

Hay gente que se mete en publicidad. Todos en algún momento tuvimos que prostituirnos, pero espero no tener que hacerlo. El hecho de lidiar con creativos.

-Yo soy dibujante y ¿vos qué sos? –cambia la voz y se responde:

-Creativo…

Tipos que creen que son unos iluminados, suelen ser tipos pendejos de 19 años que piensan que la pegaron y están ahí, sentados en un puff, descalzos. A mí me ha tocado lidiar con ellos, hacer story boards. Vas a ver al creativo todo despeinado con barba de cinco días:

-Sí, yo lo que flasheo es una pradera muy power, ¿viste?

-Como los de Cualca.

-Si tal cual. Así que en lo posible trato de evitar la publicidad. A veces pasa que necesitás plata y en la publicidad se cobra bastante bien en poco tiempo, de manera insalubre.

-¿Qué te dejó la experiencia Orsai y trabajar con Alfredo Casero?

Lo de Orsai estuvo buenísimo, me sentí muy cuidado como autor, bien pago el laburo y hay una relación fluida y un diálogo de ida y vuelta con el editor y el diseñador gráfico. No es que cada uno hace lo suyo y todo se junta como un rompecabezas. Trabajar con Casero fue buenísimo, fue un experimento muy raro, era obvio que algunas cosas iban a salir más flojas que otras, pero fue una manera de trabajar loca. Es divertido todo lo que propone Orsai, somos una revolución de la que somos parte.

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Página 1 de “Fally Farson” con guión de Alfredo Casero

En el video se puede ver la forma de trabajar.

No tengo idea de cómo seguirá, cómo se va a desarrollar el mercado editorial,  si va a existir el papel. Yo me pregunto si es una necesidad como formato o un gusto fetichista. Yo necesito los libros, no puedo leer en pantalla pero no sé si es algo como romántico del papel, el olor, o es que el formato lo necesita. Para ver una historieta en pantalla, es mejor verla animada, igual no sé hasta qué punto es una limitación mía.

Una pantalla es para una película, la gracia del libro es papel que no se puede alterar. Es como decir que la película es más trucha que la vida real porque no está en 3D, no tiene olores. El libro funciona en el papel.

-Se creó un “debate” entre los dibujantes a partir de que escribiste en tu blog http://juansaenzvaliente.blogspot.com.ar/2012/12/no-gracias.html que no vas a dibujar más gratis en publicaciones y eventos. ¿Cuál fue el motivo?

-Un poco lo que aclaró Lucas Nine, si te ofrecen un laburo y no podés agarrarlo, no está mal decir que no. Cuando te llaman y te dicen que necesitan algo para mañana, decís, no puedo, te puedo recomendar a alguien. Pero si te dicen, “¿no te copas en hacer un dibujito?”, quedas como un sorete, es muy difícil decirle que no. Pasa que de repente se transformó como un parámetro aceptado que se puede manguear dibujos, no le vas a manguear una sesión gratis a un médico o un psicólogo. Viene el doctor a tu casa a cenar y no le vas a decir, che, atendeme acá. A mí me cuesta un montón hacer dibujos, y el año pasado me pidieron muchos, y como no tenía tanto tiempo terminé haciendo dibujos que no me gustaban. Éste año hice el cálculo de lo que tengo que hacer, y entre las contratapas de Orsai, quiero seguir haciendo cosas con Casero, el libro del detective, terminar un libro que estoy por publicar de aventuras en una editorial de España, y un proyecto chiquito; hice un cronograma y tendría que dibujar todos los días para llegar. Estoy justo con el tiempo. Tardo porque además me cuesta, empiezo a dibujar y digo, tengo que hacer las compras, tengo que arreglar ésto y termino haciendo todo a última hora y laburando toda la noche sin dormir. Es un tema de tiempo.

Por un año me voy a ortivar, no es que no se regala el laburo, si quieren algunos de los dibujos que tengo hechos, yo los dono, no tengo problema.  Yo sabía que mis amigos me iban a bardear, publicaron una foto mía en una pileta de un amigo en Puerto Madero. Pero si lo aviso me siento más tranquilo, me dicen algo y mando el link.

La mitad son proyectos que quiero hacer, el que estoy haciendo me pagan dos mangos, muchas son inversiones que ocupan mi tiempo y estoy entusiasmado. El quilombo es que te saca de clima de lo otro. El de detectives, son 120 páginas, tengo todo el guión hecho y estoy en la mitad del story board.

-Tenés un montón de proyectos para concretar este año. Y en el medio vengo yo y te hago una entrevista.

-No está buenísimo, me encanta hablar de mí.

-Ese es un re buen título. “Me encanta hablar de mí”.

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